A veces la vida te sorprende con personas que llegan para recordarte que la familia no siempre tiene que ser de sangre. Eso me pasa con Nil. El Nil: El Hijo Que Nunca Tuve
Siendo sincero, yo no tengo hijos, pero si la vida me hubiera dado la oportunidad de ser padre, sin dudarlo ni un segundo, habría querido un hijo como él. Y no lo digo por decir; lo digo porque Nil tiene esa mezcla perfecta de bondad, inteligencia, ternura y alegría que hace que cualquier persona que lo conoce se sienta afortunada.
Un Niño Que Te Roba el Corazón
Desde el primer momento en que lo conocí, supe que era especial. Hay algo en él, una especie de luz, de energía, que hace que quieras tenerlo siempre cerca. Nil no es solo un chaval simpático, es alguien que conecta de verdad con las personas y los animales, que escucha, que se ríe, y que te hace sentir como si fueras lo más importante del mundo cuando estás con él.
Siempre está dispuesto a cualquier plan, pero lo que más me gusta de él es que nunca busca ser el centro de atención. Su presencia es como un abrazo cálido: te hace sentir cómodo, bien, feliz. Y eso, créeme, no es algo que se encuentre fácilmente.
La Magia con los Perros: Como si Fuera Uno Más
Si hay algo que me derrite el corazón, es verlo con mis perros. Masto, Maky, Mamas y Mastitwo lo adoran, y no es para menos. Cuando Nil está con ellos, no hay gritos, no hay órdenes; solo hay complicidad. Se sienta en el suelo a su altura, los acaricia, les habla como si fueran sus mejores amigos, y ellos responden con lametones, colas que no paran de moverse y esa felicidad que solo los perros saben mostrar.
Una vez, mientras lo veía jugar con ellos, me quedé pensando: «Si hubiera tenido un hijo, ojalá hubiera tenido esta conexión tan especial con los animales.» Porque Nil no solo les da cariño, también los entiende. Sabe cuándo Mamas necesita mimos extra, cuándo Mastitwo está lleno de energía y necesita correr, y hasta cuándo Maky simplemente quiere sentarse a su lado y disfrutar de su compañía. Es algo que no se enseña; simplemente se tiene.
Conversaciones Que Alimentan el Alma
Lo otro que me fascina de Nil es cómo llena la casa de vida. Cuando estamos en la cocina, no es solo el bullicio de los platos o el aroma de la pizza en el horno. Es Nil contando una historia, compartiendo una anécdota o preguntando algo con esa curiosidad genuina que te hace sentir que el mundo todavía tiene esperanza.
Recuerdo una vez que estábamos preparando una comida. Nil, con las manos llenas de masa de pizza, dijo: “¿Sabes? Si pudiera elegir cualquier época para vivir, creo que elegiría esta, porque así puedo estar aquí, con vosotros y los perros.” Fue una de esas frases que te desarman, porque no la dice cualquiera, y mucho menos un adolescente.
En un mundo donde la mayoría de los chavales no sueltan el móvil, Nil está completamente presente. Habla, ríe, escucha. Y no solo escucha por cortesía, escucha de verdad, con esa mirada que te dice: «Lo que me estás contando importa.»
Una Educación Ejemplar
Está claro que Nil viene de una familia que ha hecho las cosas bien. Pero no es solo educación; es también su naturaleza. Porque puedes enseñarle a alguien a ser educado, pero no puedes enseñarle a ser bondadoso de corazón. Y Nil lo es. Es respetuoso, generoso, y siempre tiene un gesto amable o una palabra de agradecimiento.
Una vez me dijo: “Gracias por invitarme, siempre me lo paso increíble aquí.” Y lo decía con tanta sinceridad que me dejó pensando. «¿Cuántos adolescentes se toman el tiempo para decir algo así?» Esa combinación de gratitud y alegría es lo que lo hace único.
El Nil y la Obra de Teatro en Vilobí d’Onyar: Una Lección de Emociones
Hay momentos en la vida que, sin esperarlos, te golpean directo al corazón. Uno de esos momentos me lo regaló Nil, y fue durante una obra de teatro en Vilobí d’Onyar. Nunca lo olvidaré, porque incluso yo, que suelo ser bastante duro con los niños (vale, un poco cafre, lo admito), me emocioné de una forma que no había sentido en años.
La Sorpresa en el Teatro
El día comenzó como cualquier otro. No tenía un gran plan, pero me enteré de que había una obra de teatro en el pueblo, y pensé: «¿Por qué no? Algo distinto para variar.» Llegué sin muchas expectativas, me senté al fondo del teatro y me preparé para ver lo que viniera. Pero lo que no sabía era que ese día no solo iba a disfrutar de una función; iba a ser parte de algo mucho más especial.
De repente, lo vi. Ahí estaba Nil, en el escenario, vestido para su papel, con esa chispa en los ojos que siempre lo caracteriza. No sabía que él formaba parte de la obra, y aunque no soy de los que se emocionan fácilmente con estas cosas, admito que me quedé impresionado. Nil no era solo un niño más actuando; tenía una presencia, una confianza, que te hacía querer seguir cada uno de sus movimientos. Pero lo mejor estaba por venir.
La Ilusión en Sus Ojos
En mitad de la obra, Nil me vio entre el público. Al principio pensé que lo había imaginado, pero no: sus ojos se iluminaron como si acabara de ver a un viejo amigo en el lugar menos esperado. No sé cómo describirlo, pero ese momento fue mágico. Una mezcla de sorpresa, alegría y orgullo se dibujó en su rostro, como si el simple hecho de que yo estuviera allí hiciera que todo valiera la pena.
Cuando terminó la obra y los actores salieron a saludar al público, Nil me buscó con la mirada. Y cuando nuestros ojos se encontraron de nuevo, me dedicó la sonrisa más auténtica y feliz que he visto jamás. En ese momento, algo dentro de mí, esa coraza que suelo tener con los niños, se rompió. Me emocioné de una manera que no esperaba. «Mira que eres cafre,» pensé, «pero este chaval te tiene en el bolsillo.»
El Encuentro Después de la Función
Después de la obra, fui a saludarlo. Estaba rodeado de su familia y amigos, todos felicitándolo, pero cuando me vio acercarme, dejó todo lo que estaba haciendo y corrió hacia mí. “¡No me lo puedo creer que hayas venido!” me dijo, con esa mezcla de asombro y alegría que solo alguien como Nil puede expresar.
“Pues claro que vine,” respondí, aunque en realidad ni yo mismo sabía por qué había terminado allí. Pero al verlo tan feliz, me di cuenta de que, aunque hubiera planeado mil cosas para ese día, ninguna habría sido tan especial como estar ahí para él.
Me abrazó con esa sinceridad que los niños tienen cuando están realmente emocionados. Y aunque yo no soy de abrazos, ese gesto me llegó al alma. En ese momento pensé: «Si hubiera tenido un hijo, habría querido que fuera como Nil, alguien que se emociona por cosas tan simples como que estés ahí para él.»
Una Lección de Vida
Esa tarde en Vilobí d’Onyar me dejó una lección que no esperaba: a veces, los momentos más simples, como asistir a una obra de teatro, pueden convertirse en recuerdos inolvidables. No por lo que ves o haces, sino por cómo te hacen sentir las personas que están contigo.
Nil me recordó que, aunque a veces me las doy de duro, no hace falta mucho para tocar el corazón de alguien. Solo necesitas una sonrisa sincera, una mirada llena de ilusión, o un abrazo que no pide nada más que compartir un momento de felicidad.
Y ese es Nil: un niño que, sin esfuerzo, te recuerda lo importante que es estar presente para las personas que importan. Porque al final, no se trata de grandes gestos ni palabras elaboradas, sino de esos pequeños instantes que te hacen sentir que formas parte de algo especial.
Así que sí, yo que soy más de perros que de niños, me emocioné ese día como hacía años que no me pasaba. Y todo gracias al crack de Nil. ❤
El Hijo Que Hubiera Soñado Tener
Así que sí, lo digo sin titubear: si la vida me hubiera dado un hijo, habría querido que fuera como Nil. No porque sea perfecto (aunque está cerca), sino porque tiene un corazón enorme, una mente curiosa y un alma que ilumina todo a su alrededor.
Es alguien que entiende el valor de las pequeñas cosas: una tarde jugando con los perros, una conversación en la cocina, o simplemente estar presente, disfrutando del momento. Nil me recuerda que no necesitas grandes planes ni cosas materiales para ser feliz; basta con estar rodeado de quienes amas, sean personas o perros.
Y aunque no sea mi hijo, cada vez que lo veo jugando con Masto o contando una historia en la cocina, no puedo evitar sentirme orgulloso de él. Porque Nil, con su risa contagiosa y su corazón de oro, ha encontrado la forma de ocupar un lugar especial en mi vida y en mi corazón.
Es un crack, sí, pero es mucho más que eso.
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Desde Mas Torrencito os deseamos un buen día y que vuestr@s perr@ os acompañe!!!!
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