La Navidad de Lola y Rocky

Lola estaba acurrucada en el sofá, envuelta en su vieja manta gris, con el brillo de las luces navideñas reflejándose en sus ojos. En el suelo, junto a ella, Rocky, su fiel perro, descansaba con las patas delanteras cruzadas, observándola con esa expresión de sabiduría que parecía solo pertenecer a los perros. Afuera, el frío se colaba entre las ramas desnudas de los árboles, y las ventanas empañadas protegían el calor del hogar.

—Diciembre otra vez —murmuró Lola, mirando las luces del árbol de Navidad—. Todo el mundo dice que es una época mágica, pero a mí me parece más bien una trampa.

Rocky levantó una oreja, atento. Aunque no podía hablar, en la mente de Lola, su voz resonaba con una claridad que le hacía compañía.

—¿Trampa? —dijo Rocky en su imaginario tono sarcástico—. Explícate, humana. No entiendo de qué hablas.

Lola suspiró, hundiendo la cabeza en la manta.

—De esta presión, Rocky. Nos han enseñado que estas fechas son “especiales”. Que tienes que estar feliz, rodeada de gente, con regalos bajo el árbol y la mesa llena de comida. Pero en realidad… —Se detuvo un momento, como si dudara en admitirlo—. En realidad, lo único que hacen es recordarte lo que no tienes.

Cuentos de navidad perri¡unos by MasTorrencito

Rocky la miró con sus grandes ojos oscuros.

—¿Y qué es lo que no tienes, Lola? Porque yo veo un árbol, luces, una manta calentita y un perro increíblemente guapo que te adora.

Lola no pudo evitar sonreír.

—Eres increíble, ¿lo sabías? Pero no es eso, Rocky. No es que falten cosas. Es… no sé. A veces me acuerdo de mi abuela, de los días en que toda la familia estaba unida. O pienso en amigos que ya no están cerca, en gente que extraño. Y parece que estas fechas solo sirven para amplificar eso.

Rocky ladeó la cabeza, como si estuviera analizando sus palabras.

—Así que echas de menos a tu abuela —dijo, en la voz que Lola imaginaba—. ¿Y eso es algo que solo pasa en Navidad?

—Bueno… no —admitió Lola, rascándose la nuca—. La echo de menos siempre, pero es que… no sé, parece que en estas fechas duele más.

Rocky se incorporó, moviendo la cola con lentitud.

—Eso es porque les hemos dado demasiado poder a estos días. Los hemos pintado como algo “especial”, pero al final, ¿qué cambia? Si extrañas a alguien, lo extrañas un martes cualquiera, mientras esperas en la fila del supermercado, o un sábado por la tarde mientras lavas los platos. La Navidad no tiene el monopolio de la nostalgia, Lola.

Lola se quedó pensativa.

—Supongo que tienes razón… —dijo, dejando que sus palabras flotaran en el aire—. Pero aun así, es como si todo el mundo se pusiera de acuerdo para recordar lo que falta.

—¿Todo el mundo? —Rocky resopló, o al menos Lola lo imaginó así—. ¿Crees que toda esa gente que ves en redes sociales, con sus fotos perfectas, no extraña nada? Te apuesto mis croquetas a que más de uno de ellos está igual que tú. La diferencia es que tú lo admites y ellos no.

Lola miró a Rocky con una mezcla de admiración y ternura.

—¿Sabes algo, filósofo peludo? Tienes razón. A veces pienso que eres más sabio que yo.

Rocky estiró una pata, como si aceptara el cumplido con modestia.

—No es sabiduría, Lola. Es lógica perruna. Nosotros vivimos el momento. No pensamos en quién no está ni en lo que nos falta. Si tengo un hueso para roer, soy feliz. Si estoy contigo, soy feliz. Tú deberías probarlo.

Lola se echó a reír, dejando caer la cabeza sobre el respaldo del sofá.

—¿Entonces tu consejo es que deje de pensar tanto?

—Exacto —respondió Rocky, alzando la mirada hacia ella—. Mira, Lola. Estas fechas no tienen ningún poder especial. Solo son días. Si te sientes triste, no es culpa de la Navidad. Es porque estás atrapada en lo que pudo ser, en lugar de disfrutar lo que es.

Lola acarició la cabeza de Rocky, sintiendo cómo el calor de su perro llenaba el vacío que a veces invadía su corazón.

—¿Y si no puedo evitarlo?

—Entonces date un respiro, humana. Pero no uses estos días como excusa para sentirte peor. Y, ya que estamos, podrías compartir un poco de esa galleta que escondiste esta mañana. ¿Ves? Yo disfruto del momento.

Lola rió otra vez, con más ganas. Se levantó, fue a la cocina y regresó con un par de galletas en la mano.

—Tú ganas, Rocky. Vamos a disfrutar el momento.

Mientras partía la galleta y se la daba a Rocky, algo en su interior comenzó a aflojarse. Quizás no era cuestión de las fechas, ni de los recuerdos, ni de lo que faltaba. Quizás, como decía su perro, todo se trataba de aprender a vivir el momento.

Y mientras las luces del árbol parpadeaban y la noche fría envolvía la casa, Lola se sintió menos sola. Porque en ese instante, con Rocky a su lado y la galleta compartida, tenía todo lo que realmente importaba.

Desde MasTorrencito le deseamos un buen día y que tus perr@s te acompañen!!!

—–
Si quieres, puede ver nuestros bonos para fines de semana, bonos jubilados , a un precio increíble..entra en www.mastorrencito.com o si quieres podéis leer más historia y anécdotas que nos han pasado en Mas Torrencito… Haz click aquí

COMPARTIR

Un comentario

  1. El saber vivir solo el momento,es una de las cosas que mas admiro de mis amigos peludos.Pero si os digo la verdad,es que cuando en Navidad estoy sola,no puedo dejar de pensar en cuando eramos veinte en la mesa.ENla ilusión que tenían sobretodo mis abuelos.Pero no me deprimo,porque no tengo personas a mi lado ….pero estan siempre alrededor…mis cinco animalitos.

Deja un comentario