El Apagón del Fin de Año: Una Narración Surrealista con Perros, Generadores, Clientes Peculiares y Grandes Interrogantes
El 31 de diciembre había comenzado con toda la ilusión de un día tranquilo, pero cuando el reloj marcó las 12 del mediodía… ¡BOOM! 💥 Un apagón total nos dejó sumidos en la penumbra. Y no estábamos solos: la casa rural estaba llena, con veinte personas y, por si fuera poco, otros veinte perros de nuestros clientes. 🏠🐾
Maky empezó a ladrar, alertando de que algo no iba bien. Mamas intentó meterse bajo una mesa, mientras Mastitwo perseguía su cola como si no existiera el mañana. Masto, el más sabio de nuestros perros, nos miró con resignación, como si estuviera acostumbrado a este nivel de caos. 🐕🛋️
El caos de la casa rural
La situación era complicada. Además de nuestra familia y nuestros cuatro perros, teníamos una combinación explosiva de huéspedes. Entre ellos había:
- Un vegano activista, que ya estaba preocupado por el menú porque no quería ver «nada que alguna vez hubiera respirado.» 🥗
- Dos celíacos, que no podían ni oler el pan. 🥖🚫
- Un ovovegetariano, que preguntaba cada cinco minutos si sus huevos estaban en un lugar seguro. 🍳
- Y una pareja que había traído a tres galgos que corrían por la casa como si estuvieran entrenando para las olimpiadas. 🐕💨
Los otros clientes y sus perros no se quedaban atrás. Había de todo: desde un dálmata que ladraba cada vez que alguien pronunciaba la palabra «generador,» hasta un chihuahua que se había escondido bajo el sofá y se negaba a salir. Un border collie intentaba organizar al resto de los perros, pero no tenía mucho éxito. 🐶🐕🦺
– «Esto es una bomba de relojería,» susurré a Mireia, mientras Maky corría con un trozo de cuerda que claramente no era suyo.
– «¡El horno no funciona!» – gritó una de las huéspedes desde la cocina.
– «¿Y cómo vas a hacer el pavo? ¡Yo no puedo comer nada con gluten, pero eso no significa que no quiera cenar algo decente!» – se quejó uno de los celíacos.
– «¿Y qué pasa con la calefacción? ¡Hace un frío que pela!» – exclamó alguien desde la sala. Los galgos ya estaban envueltos en mantas, mirando a sus dueños con cara de reproche.
La llegada de Andrés y su generador milagroso
En ese momento, Mireia tuvo la brillante idea de llamar a Andrés, el héroe de Masia la Palma. En menos de media hora, apareció con su furgoneta y un generador que parecía un tanque de guerra. 🚐⚡
– «Esto no os da para hacer funcionar todo, pero con un poco de suerte, podéis encender el horno, algunas luces y algo de calefacción. Eso sí, no prometo milagros,» dijo Andrés mientras conectaba los cables bajo la mirada curiosa de Mamas, que ya intentaba morderlos. 🐕⚡
Mireia y yo nos miramos, conscientes de que el generador era nuestra última esperanza para salvar la cena y evitar un motín de huéspedes hambrientos.
– «Andrés, no nos falles. Esto es una cuestión de vida o muerte,» le dije dramáticamente, mientras un pug se subía a una silla para intentar robar un trozo de pan de la mesa.
– «Tranquilas, hago lo que puedo. Pero si alguien enchufa una plancha del pelo o algo parecido, aquí explotamos todos.»
Los desafíos del apagón
El generador comenzó a rugir y algunas luces volvieron, aunque parpadeaban como si estuviéramos en un club nocturno de los años 80. El horno se encendió, pero con la personalidad caprichosa de un adolescente en plena crisis existencial. Al menos, podíamos empezar a cocinar… más o menos.
Mientras tanto, los perros decidieron montar su propia fiesta. Maky ladraba a un bulldog francés que no dejaba de intentar subirse al sofá. Mastitwo perseguía al border collie, que parecía estar organizando una partida de escondite en la casa. Mamas, por supuesto, seguía masticando cables, y Masto miraba todo con calma, como diciendo: «Ya me avisaréis cuando termine el apocalipsis.» 🐕🦺🐾
En la cocina, las cosas no iban mejor:
– «¿Este pavo lleva gluten?» – preguntó un celíaco, mirando con desconfianza la bandeja.
– «¿Y el tofu que pedí? No quiero que lo toquen con los cuchillos del pavo,» intervino el vegano.
– «¿Y mis huevos? ¿Dónde están mis huevos?» – gritó el ovovegetariano desde el otro lado de la sala.
Mireia me miró, agotada. – «Si sobrevivimos a esto, juro que me apunto a meditación o algo.»
Las grandes preguntas
La tarde avanzaba y las grandes preguntas seguían sin respuesta:
- ¿Aguantaría el generador hasta la noche o nos quedaríamos otra vez a oscuras?
- ¿Conseguiríamos cocinar un menú que satisficiera a veganos, celíacos, ovovegetarianos y amantes de la carne?
- ¿Había suficiente cava frío para el brindis, o tendríamos que improvisar con agua del grifo?
- ¿Sobrevivirían los cables al ataque constante de Mamas?
Cada vez que el generador hacía un ruido extraño, los veinte perros se ponían a ladrar al unísono, creando una cacofonía que hacía imposible pensar. Andrés, mientras tanto, seguía ajustando cables con la calma de un cirujano.
– «Esto debería aguantar. Aunque, aviso: si conectáis otra cosa más, igual se va todo al traste.»
¿Qué pasará?
La tensión en la casa rural es palpable. Todos estamos haciendo malabares para que el fin de año no se convierta en un completo desastre. La cena sigue siendo un enigma, y el generador es nuestra única esperanza de sobrevivir al caos.
Mientras tanto, los huéspedes intentan mantener la calma (sin mucho éxito) y los perros aprovechan cada segundo de caos para correr, ladrar y meterse en problemas. Masto sigue mirando todo con su sabia indiferencia, como si supiera que, pase lo que pase, siempre habrá un trozo de pavo para él al final del día. 🐕🍗
Las horas pasan. ¿Habrá cena? ¿Habrá luz? ¿Sobrevivirá el generador de Andrés al ataque de Mamas? ¿Lograremos cumplir con las necesidades alimenticias de todos los huéspedes? ¿Y qué pasará si los galgos deciden empezar una carrera en medio del salón?
Continua… 😱✨🐾
El Apagón del Fin de Año: Final Feliz… Bueno, Para Casi Todos
La tarde fue un ejercicio de paciencia, creatividad y pura supervivencia. El generador de Andrés, ese tanque rugiente, aguantó contra todo pronóstico. Poco a poco, las baterías se iban cargando. Las luces parpadeaban como si estuvieran decidiendo si quedarse o marcharse, pero permanecían encendidas. El horno, caprichoso al principio, empezó a comportarse. Todo empezaba a volver, despacio, a la normalidad. 🔌✨
Mientras tanto, los perros se fueron calmando (o agotando). Maky finalmente se quedó dormido en una esquina, abrazado a la cuerda que había estado mordisqueando toda la tarde. Mastitwo encontró su lugar bajo la mesa, lejos del caos, y Mamas, exhausta de tanto intentar destruir el generador, se acomodó junto a Masto, que, como siempre, supervisaba la situación con su calma habitual. 🐕💤
El anuncio de la salvación
A eso de las 11 de la noche, cuando parecía que pasaríamos el fin de año entre luces titilantes y un generador que ya sonaba como si estuviera fumando un puro, llegó el aviso:
– «¡En media hora vuelve la luz!» – gritó alguien desde la puerta.
Hubo un estallido de alegría. Los huéspedes aplaudieron, los perros ladraron, y yo… yo simplemente me dejé caer en una silla, agotada pero agradecida. Andrés, nuestro héroe, levantó las manos como un campeón olímpico.
– «¿Os dije que aguantaría? Este generador es de los buenos.»
Mireia se rio y le ofreció un vaso de cava tibio como agradecimiento. – «Andrés, te vamos a poner una placa en la entrada de la casa. ‘El hombre que salvó el fin de año.'»
– «Con eso me conformo, pero la próxima vez que tengáis veinte perros y cuatro tipos de dietas en el menú, avisadme con tiempo,» respondió él, riendo.
La vuelta a la normalidad
A las 11:30 de la noche, la luz volvió como un milagro navideño. La casa se llenó de un resplandor cálido y reconfortante, los radiadores empezaron a funcionar, y el horno retomó su tarea con eficiencia alemana. La cocina se llenó de olores deliciosos: pavo, verduras asadas, opciones veganas, pan sin gluten… un auténtico banquete que lograba satisfacer hasta a los comensales más exigentes. 🦃🥗🍷
Los perros, emocionados por la repentina actividad, volvieron a la carga: Maky intentó robar un trozo de pan, Mastitwo se metió bajo la mesa en busca de migas, y Mamas, bueno, Mamas decidió que lo mejor era subirse al sofá para observar el caos desde las alturas. Masto, como siempre, permaneció en su rincón, observando todo con aire de filósofo satisfecho. 🐾🍖
– «¡La cena está lista!» – anunció Mireia con una sonrisa de oreja a oreja.
Los huéspedes, felices y agradecidos, se sentaron a la mesa mientras los galgos de la pareja se envolvían en mantas como si fueran los reyes de la noche. Incluso el vegano parecía satisfecho con su plato de tofu asado y ensalada.
La caída del heroe
Yo, sin embargo, no pude más. La tensión, el cansancio y el estrés de todo el día me pasaron factura. A las 11:30 de la noche, a solo media hora de la medianoche, caí rendido en el sofá, rodeada de perros. 🛋️💤
– «¿En serio? ¿No vas a aguantar hasta las uvas?» – me preguntó Mireia, riéndose mientras intentaba quitarme una manta que Mamas había decidido que era suya.
– «Lo siento… pero yo ya estoy en 2025… o en el más allá, no sé. Abridme un ojo para el brindis si queréis,» murmuré, medio dormida.
El gran final
A las 12 en punto, la casa rural estaba en perfecta armonía. Los huéspedes brindaron con sus copas de cava, todos calentitos, duchados y bien comidos. Los perros se unieron al brindis con ladridos festivos, como si también estuvieran celebrando el regreso de la luz. Las luces del árbol de Navidad brillaban como nunca, y Mireia, desde la mesa, me miró y sonrió.
– «Lo conseguimos,» susurró mientras alzaba su copa. – «Bueno, tú no, pero ya te lo contaremos mañana.»
El fin de año fue un éxito inesperado. Gracias a Andrés, a su generador, y a un milagro de última hora, logramos salvar la noche. Yo no vi las uvas, pero, sinceramente, después de todo el día, creo que lo único que necesitaba era un poco de paz.
Así comenzó el año nuevo: con luces, calor, comida deliciosa, ladridos de perros y un profundo agradecimiento por haber sobrevivido al apagón del fin de año. 🎉🐾✨
Desde MasTorrencito te deseamos un buen día y que tus perr@s te acompañen!!!!
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De todas formas fué in fin de año inoñvidable
espero ansiosa el final