El fin del turismo rural: crónica de una muerte anunciada

Hubo un tiempo en que el turismo rural era un auténtico lujo para el alma. Era casi un acto revolucionario: desconectar, respirar aire puro y sentirte parte de un paisaje que parecía sacado de un cuento.

Hoy, el panorama ha cambiado. Y no hablamos de un pequeño giro de guión, no: es como si el turismo rural hubiera mutado en una especie de industria Frankenstein que amenaza con devorar a los propios pueblos que lo acogieron. Pero vayamos por partes, porque hay mucha tela que cortar. 😤


1. El problema de los números: más casas que habitantes

¿Sabes cuántos alojamientos turísticos hay en Vilademuls? Toma asiento: 30 casas rurales y 32 HUTs (Viviendas de Uso Turístico) . Para un pueblo pequeño, es como si cada casa tuviera su propio negocio. Y en Camprodon, la cosa no mejora: 11 casas rurales y, atención, ¡ 183 HUTs ! ¿Pero esto qué es? ¿Una competición de quién puede poner más camas por metro cuadrado?

Y claro, no es sólo la cantidad. Es que los HUTs no juegan con las mismas reglas que nosotros, los que gestionamos casas rurales de verdad. Mientras nosotros lidiamos cono:

  • Autónomos, Seguridad Social y cuotas imposibles.
  • Declaraciones trimestrales de IVA.
  • Impuesto sobre Sociedades, cuentas anuales y auditorías.
  • Inspecciones y controles de calidad.

Los HUTs simplemente declaran lo que ganan como «ingresos extra» en la lava . Nada de autónomos, nada de IVA, nada de nada. ¡Es como si fueran negocios fantasma!


2. El impacto en los pueblos: bienvenidos al caos rural

Ahora imagina que vives en un pueblo de 300 habitantes. Hasta hace unos años, lo malo que podía pasar era que se te colara una gallina en el jardín. Pero ahora, cada fin de semana, ese pueblo se transforma en una especie de hería ambulante con 1.000 personas que legan, ocupan, embrutecen y luego se van.

El resultado:

  • Contenedores desbordados . La basura que generan estos alojamientos es brutal, pero los servicios municipales no están diseñados para soportar ese volumen. ¿Y quién paga el pato? Los vecinos, claro.
  • Ruidos a todas horas . Porque lo que viene de la ciudad quiere fiesta: música a todo volumen, barbacoas nocturnas y risas que se escuchan en toda la comarca. La paz rural, en coma profundo.
  • Colapso de los servicios . Agua, electricidad, recogida de residuos… Todo se queda corto ante esta avalancha de turistas. Y lo peor: estos «visitantes de fin de semana» no aportan nada al municipio. Ni impuestos, ni ingresos para los negocios locales. Solo problemas.

3. La desigualdad fiscal: David contra Goliat

Aquí es donde entra el gran elefante en la habitación : los portales de reservas como Booking, Airbnb, Expedia y compañía. Estas plataformas han convertido al turismo en un mercado globalizado donde todo vale. Pero, ¿sabes dónde están registradas? En paraísos fiscales . Ellos no pagan impuestos, pero nosotros, los pequeños empresarios, seguimos sangrando por cada euro que ganamos.

Encima, tenemos que cobrarle al turista la famosa tasa turística . Un euro por noche y por persona que, se supone, debería revertir en el pueblo. Pero, ¿dónde termina esos dineros? Spoiler: no en el pueblo . Es como si nos hicieran recabar un impuesto revolucionario que no beneficia a nadie, salvo al engranaje burocrático.


4. La trampa de los HUTs: un negocio sin controles

Los HUTs son como ese vecino que hace botellones en casa y nunca recoge nada. Operan bajo una especie de «libro albedrío», porque:

  1. No están registrados como empresas . Solo declaran lo justo como «ingresos extra».
  2. No tienen inspecciones de calidad . ¿Calefacción? ¿Extintoras? ¿Seguridad? Eso ya si tal…
  3. No contribuyen al municipio . Ni en impuestos, ni en inversiones. Pero usan los servicios públicos como si fueran suyos.

Por si fuera poco, muchos HUTs son ilegales . En Gerona, por ejemplo, hay decenas (si no cientos) de alojamientos que ni siquiera están censados. ¿Y quién controla esto? Exacto: nadie.


5. Las consecuencias a largo plazo: un modelo insostenible

Si seguimos así, esto no tiene futuro. El turismo rural como lo conocemos está en peligro de extinción. ¿Por qué? Porque el modelo actual no es sostenible :

  • Los pueblos se saturan, los vecinos se hartan y el encanto rural desaparece.
  • Los servicios colapsan y los recursos naturales se degradan.
  • Los alojamientos legales no pueden competir con los ilegales o los «piratas».

Al final, los únicos que ganan son las grandes plataformas y los propietarios que juegan al escondite fiscal. Y esto no es turismo rural. Esto es explotación encubierta .


6. ¿Y ahora qué?

No podemos quedarnos de brazos cruzados. Aquí van algunas ideas para salvar lo que queda del turismo rural:

  1. Regulación seria y estricta . Si es un negocio, que tribute como tal. HUTOS, casas rurales, lo que sea: mismas reglas para todos.
  2. Limitación de plazas . No se puede masificar a un pueblo pequeño. Hay que poner límites.
  3. Inversiones en los pueblos . Los impuestos generados por el turismo deberían quedarse en el municipio, no perderse en la burocracia.
  4. Control de portales . Las plataformas deben pagar impuestos como cualquier empresa que opera en nuestro país.
  5. Fomento del turismo responsable . Calidad por encima de cantidad. Turismo que respete el entorno y aporte valor, no ruido y basura.

El turismo rural todavía tiene esperanza, pero solo si actuamos ya. Porque si no, lo que hoy es un refugio para la alma se convertirá en un escenario de pesadilla. Y nadie quiere eso.

En resumen: si no cambiamos el rumbo, el turismo rural, tal y como lo conocemos, terminará siendo un recuerdo. ¿La solución? Regulación, respeto y, sobre todo, equilibrio. Porque los pueblos son para vivirlos… no para reventarlos. 🌿 💔


Desde MasTorrencito te deseamos un buen día y que tus perros te acompañen!!!!

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