Nos vendieron una mentira. Nos hicieron creer que la vida era maravillosa, que todo sería un camino lleno de cosas buenas, que si «pim», que si «pata», que si «todo va bien»…
Y UNA MIERDA.
No, no es así. O vivimos en una burbuja, ajenos a la sociedad, a las noticias, a las redes, a todo el ruido del mundo… o abrimos los ojos y nos golpea la realidad como un puñetazo en la cara.
Porque basta con despertarse para que el caos empiece. Abres un noticiero y la miseria y la injusticia te hacen un nudo en el estómago. Te cuentan sobre pobreza, sobre guerras, sobre líderes que juegan con vidas como si fueran fichas en un tablero. Que si Trump quiere convertir Gaza en un paraíso para ricos sin sus habitantes, que si Elon Musk sigue en su universo paralelo de riqueza infinita, que si la corrupción en España se nos ha ido de las manos…
Y cuando logras procesar todo esto, vuelves a lo tuyo. A tu pequeño mundo, que en comparación parece mínimo… pero que también tiene su carga. Porque no nos engañemos: de siete días a la semana, uno es bueno, cuatro son malos y dos, regulares.
Nos dijeron que la vida era otra cosa. Nos engañaron.
¿Dónde está eso de «seremos felices para siempre»? Ya ni siquiera pido lo de comer perdices, pero, ¿de verdad estamos locos o qué?
Ayer fui al Spar, aquí en Báscara. Quedaba una sola barra de pan. La cogí, añadí cuatro cosillas más y pagué sin fijarme en el total. Nada raro, hasta que, ya sentado en la terraza con unos amigos, hablando de lo mal que está la vida, digo:
—Pero si he comprado cuatro chuminadas y me han soplado…
—¿Qué dices, tío?
—Que sí, te lo juro.
—Venga ya…
Saco el ticket en el móvil, lo miro y me quedo flipado. 2,70 euros por una barra de pan.
—Mira.
—Ostia… ¿de qué está hecha?
—Pues supongo que de polvos mágicos. ¡500 pesetas por una barra de pan! No me extraña que nadie la cogiera…
Risas nerviosas. Porque es para reírse por no llorar.
Y así todo.
Me voy a comer con un amigo. Bar de gasolinera, menú del día. Nada especial. Pero a la hora de pagar… 40 eurazos. Entre los dos, sí… pero 40 eurazos. Y sin vino, sin copas, solo el menú con un entrecot con suplemento, postre y café.
¿Estamos locos o qué? Si es que no se puede salir de casa. Si es que da miedo.
Y no solo es la comida. Es todo.
Los alquileres están imposibles. Un piso de 50 metros, con suerte, 900 euros al mes. Y eso si lo encuentras, porque la mitad ya los tienen los fondos buitre, exprimiéndonos hasta el último céntimo.
Los coches, intocables. Antes te podías comprar un coche decente por 12.000 euros. Ahora no bajas de 20.000. Y si piensas en uno de segunda mano, prepárate, porque te piden más que por uno nuevo.
La comida, un lujo. El aceite a 10 euros el litro. La carne a precio de joyería. La fruta, a base de pagar y pagar… y aún te la comes con miedo porque todo lleva químicos.
Y mientras, los sueldos siguen igual. ¿A alguien le han subido el sueldo un 50% como han subido los precios? No, ¿verdad? Pero eso sí, nos dicen que «no nos quejemos», que «todo está controlado».
Nos engañaron. Nos hicieron creer que la vida sería otra cosa.
Y lo peor de todo… es que muchos aún lo siguen creyendo.
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¿O tal vez no?
Porque ahora, echando la vista atrás y hablando con conocimiento de causa… Yo cuando llegué aquí, necesitaba facturar 7.000 euros al mes para ir tirando. Sin florituras, sin lujos, pero tirando.
Hoy necesito 16.000.
Para ir apagando fuegos. Para ir tapando agujeros. Para seguir corriendo en esta rueda que no se detiene.
Y lo peor de todo esto es que no hacemos nada.
Seguimos, mientras tengamos para una caña. Mientras podamos salir, mientras vayamos capeando el temporal. Nos basta con eso.
Y el otro día, hablando con un amigo sobre esto, llegamos a una conclusión…
Tal vez estemos viviendo en un experimento.
Un experimento de «hasta cuándo podemos aguantar».
Porque esto no es normal. Porque si no es un experimento, entonces… es una pesadilla.
Es como esa película en la que el protagonista vive en un decorado, en un mundo donde todo lo que le sucede es parte de un guion. donde él es el protagonista y … ostias eso..
¡Sí! La película a la que me refiero es «El Show de Truman» (The Truman Show, 1998), protagonizada por Jim Carrey. En ella, el, vive en un gigantesco decorado sin saberlo, rodeado de actores y con su vida controlada por un guion. Todo lo que le sucede está planeado, cada persona con la que interactúa sigue instrucciones y el mundo en el que cree vivir no es más que un experimento televisado.
Al final, Truman empieza a darse cuenta de que algo no cuadra, de que su realidad es demasiado perfecta y, a la vez, llena de absurdos que no tienen sentido… exactamente como la sensación que describo.
Es una metáfora brutal sobre la manipulación, la aceptación de la realidad impuesta y hasta dónde podemos aguantar sin cuestionar lo que nos rodea. ¿Quieres que lo mencione explícitamente en el texto para darle más fuerza?
Porque si no, ¿cómo se explica?
¿Cómo se explica que todo suba, que todo cueste el doble, que cada mes sea más difícil sobrevivir y que nadie haga nada?
¿Cómo se explica que aguantemos, que sigamos adelante como si nada, como si fuera normal?
O tal vez… tal vez el engañado soy yo.
Y TU… que opinas??????
Desde MasTorrencito te deseamos un buen día y que tus perros te acompañen!!!!
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A los poderosos solo les importa nuestra cartera. Por eso nos denominan “Consumidores” a mí se me revuelve el estómago cada vez que oigo esa palabra.
Me presento me llamo Alfredo, te sigo cada día y también tengo una casa rural.
Ah! un consejo Miguel… no pongas la TV ni leas las noticias.
Un saludo.
Puedes estar tranquilo,no eres tu el engañado,es una mierda,deberiamos salir todos a la calle a protestar,hay muchos motivos para hacerlo.Toda la vida trabajando,paso dos crisis sin volverme loca,para vivir al final de una miserable pensión de autonoma,eso si este año me la han subido un 2,8 por ciento….increible