Todo parecía haber quedado en el olvido. La pareja peculiar se había marchado hace semanas, y la vida en Más Torrencito había vuelto a su normalidad habitual: los perros jugando por el campo, el silencio interrumpido solo por el canto de los pájaros, y Manuela siguiéndome fielmente a cada paso.
Pero, como suele ocurrir, la calma nunca dura demasiado. Un día sonó el teléfono. Al otro lado, la voz inconfundible del hombre que había reservado la casa.
– Hola, quería avisarte de que mañana llegará una avanzadilla de seguridad para inspeccionar la casa y los alrededores.
Me quedé mudo por unos segundos.
– ¿Cómo dice?
– Sí, el equipo de seguridad. Serán cuatro personas. Harán turnos de 12 horas.
Turnos de 12 horas… Pensé que esto era más de lo que había imaginado. Pero bueno, ¿qué iba a hacer? Mientras ellos se encargaran de lo suyo, no veía motivos para preocuparme… todavía.
Llegan los «Armarios»
El día llegó. A las nueve en punto, el silencio fue roto por el ruido de motores potentes. Miré por la ventana y no podía creer lo que veía: dos furgonetas Mercedes Vito y un todoterreno Mercedes G negros, con cristales tintados y sin matrícula. Todo parecía sacado de una película.
De los vehículos bajaron varias figuras imponentes. Hombres altos, corpulentos, trajeados de negro, con gafas oscuras y una actitud que solo puede describirse como profesionalmente intimidante. Si hubieras visto la cara que se nos quedó a Manuela y a mí… Parecían armarios empotrados, pero con corbatas.
Uno de ellos se acercó con pasos firmes.
– Buenos días. Somos el comité de seguridad.
Tuve que esforzarme para articular una respuesta.
– Ah… sí, claro. Bienvenidos.
Les mostré la casa, como había hecho tantas veces antes, pero esta vez la situación era completamente diferente. Mientras les explicaba dónde estaba cada cosa, uno de ellos, sin decir nada, se tocó la oreja y empezó a hablar en un idioma que ni siquiera reconocí. Por un momento, parecía una escena sacada directamente de un thriller internacional.
La Inspección del Perímetro
El líder del grupo me miró seriamente.
– Ahora que conocemos las instalaciones, daremos una vuelta por el perímetro.
Asentí, pero antes de que pudiera decir algo más, el walkie-talkie del hombre comenzó a emitir un sonido grave. Se tocó de nuevo la oreja y escuchó atentamente. Después, me hizo un gesto para que lo siguiera.
– ¿Qué pasa? – pregunté, nervioso.
– Vienen los de Seguridad Nacional del CNI para pedir documentaciones.
Mis ojos se abrieron como platos.
– ¿El CNI? ¿Aquí?
Antes de que pudiera procesar lo que estaba ocurriendo, un coche negro, un Mercedes de lujo, apareció en el camino. El chófer bajó, abrió la puerta trasera, y de ella salió un hombre alto, con barba imponente, vestido con un traje que parecía valer más que mi coche.
El líder de los «armarios» se acercó a él. Se saludaron con un apretón de manos firme, intercambiaron unas palabras que no pude escuchar, y después el hombre de la barba volvió a su coche y desapareció por donde había llegado.
El de seguridad regresó hacia mí, tan tranquilo como si nada hubiera pasado.
– Simple cortesía.
Cortesía. Claro. Yo no entendía nada, ni carajo, pero estaba claro que estaba en medio de algo mucho más grande de lo que imaginaba. Mientras tanto, Manuela me miraba con esa expresión que solo los perros tienen cuando saben que algo raro está pasando.
La Curiosidad y las Cajas de Metal
Antes de que pudiera recuperarme, el equipo de seguridad abrió los portones de las furgonetas y empezaron a bajar maletones y cajas metálicas. Eran enormes, como de acero reforzado, y con cerraduras electrónicas.
Uno de ellos se giró hacia mí.
– ¿Dónde podemos dejar estas cajas?
Después de pensarlo, respondí:
– Pues… aquí en la cocina de verano. Ahí no se ven y no molestan.
Les mostré la cocina de verano y el pequeño bar que la acompañaba. El líder miró a su alrededor con un aire casi amistoso.
– Aquí… tú no vives nada mal, ¿verdad?
Me encogí de hombros.
– No me quejo.
Él sonrió ligeramente.
– Se respira mucha paz y tranquilidad.
– Pues sí, la verdad es que sí.
Acomodaron las cajas en la cocina de verano, pero antes de salir, algo llamó mi atención. Las cajas tenían etiquetas con códigos y sellos oficiales. No sabía qué contenían, pero mi curiosidad empezaba a devorarme por dentro.
La Tentación y el Desliz de Manuela
Cuando se fueron a dar una vuelta por la finca, me quedé solo con las cajas. Y claro, mi mente empezó a divagar. ¿Qué tendrán estas cajas?
En un arranque de imaginación, llamé a Manuela.
– ¡Manu, ven! Huele, huele…
La Golden se acercó obedientemente, olfateó una de las cajas, y no hizo nada. «Bueno», pensé, «al menos no son explosivos… o eso espero.»
Pero entonces llegó D. Marcos, otro de mis perros, y antes de que pudiera detenerlo, levantó la pata y… ¡meó una de las cajas!
– ¡NOOOOO!
Casi me da un infarto. Cogí la fregona y limpié todo rápidamente, rezando para que nadie se diera cuenta. Cerré la puerta de la cocina de verano y me fui a refugiarme en la casa principal, tratando de calmarme. Manuela me seguía, como si supiera que el caos no había hecho más que empezar.
Continuará…
¿Qué contienen las misteriosas cajas? ¿Qué significa todo este despliegue de seguridad? ¿Y por qué el CNI está interesado en lo que ocurre en Más Torrencito? La intriga apenas comienza.
Mañana sabrás más. 😊
Desde Mas Torrencito os deseamos un buen día y que vuestr@s perr@ os acompañe!!!!
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