Esto va para tod@s vosotr@s, quienes han hecho de las ayudas públicas una farsa, quienes han jugado con nuestras esperanzas en nombre de la transición energética, del progreso y del “bien común”. El Silencio de los Borregos by MasTorrencito
Esto va para los vendedores de humo que nos prometieron un futuro sostenible: placas solares, coches eléctricos, aerotermia, proyectos verdes que supuestamente cambiarían nuestras vidas para mejor. Nos decían: “Invierte, porque es el momento. Llegarán ayudas. Fondos europeos asegurados. No te preocupes, confía”. Pero, como decía mi amigo Andrés: “Prometer hasta meter, y una vez metido, olvidar lo prometido.”
Hoy escribo esto con la rabia acumulada de años de espera. Cuatro años desde que instalé mis placas solares. Tres desde que añadí baterías para almacenar energía. Dos desde que aposté por la aerotermia. ¿Y las ayudas prometidas? ¿Dónde están? Yo no las he visto, y tú tampoco. Nos vendieron un futuro brillante, pero aquí estoy, pagando cada céntimo de mi bolsillo, luchando contra un sistema que parece diseñado para frustrarnos. Por no decir también los ICOS del COVID.
Y no soy el único. Detrás de cada familia, cada pequeño empresario que creyó en estas promesas, hay historias de sacrificio y decepción. ¿Cuántos han perdido sus negocios, sus ahorros, sus sueños? ¿Cuántas empresas han cerrado sus puertas después de invertir en esta transición energética que prometía salvar el mundo? ¿Y cuántos políticos han dado la cara por ello? Ninguno. Somos una sociedad que abandona a los suyos, que avanza dejando cadáveres económicos y humanos en su camino.
Lo mismo pasó con la pandemia de COVID-19. “Llegarán ayudas”, decían. “Haremos lo necesario para proteger a nuestras empresas y familias”. ¿Y dónde están esas ayudas? ¿Alguien las vio? Porque las pequeñas empresas cerraron. Los autónomos quedaron endeudados hasta el cuello. Las familias perdieron sus casas. Pero los bancos nunca dejaron de cobrar. Hipotecas, ICOS, préstamos… el sistema financiero siguió exprimiendo a los que ya no tenían nada. Y para quienes lograron sobrevivir a esa crisis, la solución fue endeudarse más. Pagar los ICOS del COVID con nuevos ICOS. Una rueda sin fin, diseñada para aplastar al pequeño mientras los grandes celebran sus beneficios.
Somos la Sociedad del Memento, incapaz de recordar. Olvidamos rápido porque es más fácil mirar hacia otro lado que enfrentarnos a la realidad.
¿Y el volcán de La Palma? Otra tragedia convertida en espectáculo mediático. Promesas de miles de millones para reconstruir la isla. Grandes titulares, discursos emocionantes, compromisos firmados con tinta invisible. Y hoy, ¿qué queda? Nada. Los afectados siguen esperando. Viviendo en condiciones precarias. Luchando por reconstruir lo que perdieron mientras el sistema los ignora. Y ahora Valencia. Otra historia de abandono, otra tragedia que se perderá en el tiempo, sepultada por la indiferencia de todos.
Encendemos el televisor buscando respuestas y lo único que encontramos es un silencio ensordecedor. Nada. Res. Cero. Los medios ya no informan porque no vende, porque no interesa. Los políticos han pasado a su siguiente gran promesa. Pero los bancos siguen cobrando. Los mismos bancos a los que se les inyectó 100.000 millones… que se dice pronto y que nunca han devuelto… los mismos bancos que, en plena crisis, baten récords de beneficios. Mientras nosotros nos endeudamos para sobrevivir, ellos celebran sus dividendos. Los ricos se hacen más ricos. Los poderosos, más poderosos. Basta con mirar la lista Forbes para entender cómo funciona este juego. Ellos ganan. Siempre ganan.
¿Y las ayudas? Ah, las ayudas… Esas que nos vendieron como el salvavidas de nuestra sociedad. Esas que solo llegan a unos pocos afortunados. Los jetas, los oportunistas, los que saben jugar el juego del sistema. Y un grupo minúsculo de personas reales, con suerte, logra tocarlas. Pero para la mayoría de nosotros, esas ayudas son una ilusión, un espejismo que se desvanece en cuanto te acercas.
Los bancos siguen ganando más. Sus ejecutivos, que ya ganaban sueldos desorbitados, ahora se embolsan de 12.000 a 17.000 euros al mes. Los ricos, esos que nunca han conocido el miedo de no llegar a fin de mes, se hacen aún más ricos. Y nosotros, los borregos, seguimos caminando en fila. Aceptamos todo sin rechistar. Porque estamos cansados. Porque nos han convencido de que no podemos cambiar nada.
Y mientras tanto, aquí estamos. SOLOS. Luchando por mantenernos a flote. Porque en esta sociedad no hay red de seguridad. Aquí no hay justicia. Aquí cada uno debe salvarse como pueda. Como decía aquel refrán tan cruel: “Maricón el último.” Porque si caes, nadie te ayudará. Este sistema no está diseñado para salvarnos. Está diseñado para exprimirnos.
Como decía mi abuela, más católica que el Papa: “Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja que ver a un político corrupto o a un banquero sentado en el banquillo de los acusados.” Y qué razón tenía. Los grandes escándalos de corrupción se olvidan. Los bancos, que arruinaron a miles, siguen operando como si nada. Los políticos, con pruebas en su contra, nunca pisan una cárcel. Aquí no hay justicia para los poderosos.
¿Y nosotros? Seguimos en silencio. Porque es más fácil callar que gritar. Más fácil resignarse que luchar. Pero no quiero seguir callando. No quiero ser parte de este rebaño que avanza hacia el abismo sin alzar la voz. Ya basta.
Esto no puede seguir así. ¿Cuánto tiempo más vamos a aceptar el silencio? ¿Cuánto tiempo más seguiremos siendo borregos? La respuesta está en nuestras manos, pero solo si decidimos actuar. Solo si dejamos de callar. Solo si entendemos que el silencio es el arma que ellos usan contra nosotros. Es hora de gritar. Es hora de despertar.
Desde MasTorrencito te deseamos un buen día y que tus perros te acompañen!!!!
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yo también estoy con mis placas solares,esperando las ayudas