En los 17 años que vivió, Manuela, la Golden Retriever que reinó como el alma de Mas Torrencito, tocó innumerables corazones. Era la anfitriona perfecta de la casa rural en Girona, donde el amor por las mascotas y los humanos se entrelazaba de manera única. Pero los últimos tres años de su vida fueron especiales. En ese tiempo, Gemma y su perra Shiva llegaron como huéspedes y, sin saberlo, vivieron una historia que marcaría para siempre sus vidas.
Esta es la historia de cómo Gemma encontró en Manuela algo más que una mascota: encontró a un ser que transformó su mundo, incluso en sus últimos días.
Un encuentro inesperado
Gemma no había oído hablar de Mas Torrencito hasta que un amigo le recomendó el lugar. Buscaba algo diferente: un refugio donde desconectar de la rutina y compartir tiempo de calidad con su perra Shiva. Una mañana de primavera, llegó a la casa rural con pocas expectativas y el corazón abierto. Lo que no sabía era que ese viaje cambiaría su vida.
Cuando Gemma llegó, fue recibida calurosamente por Miguel y Mireia, los dueños de la casa. Pero lo que más llamó su atención fue la figura dorada que apareció en el jardín. Manuela, con sus 14 años de sabiduría y su andar pausado, se acercó a Gemma como si ya la conociera de toda la vida. En ese momento, Gemma sintió algo indescriptible. Era como si Manuela la hubiera elegido.
Shiva, siempre llena de energía y a veces un poco arisca con otros perros, mostró un comportamiento inusual. Se acercó a Manuela con cautela, olfateándola y luego sentándose junto a ella con una calma que Gemma nunca antes había visto. “Es como si supiera quién es Manuela”, pensó Gemma. Y, de algún modo, también ella lo sabía.
Tres años de conexión profunda. Manuela, Gemma y Shiva
Después de ese primer encuentro, Mas Torrencito dejó de ser solo un lugar de vacaciones para Gemma. Se convirtió en su segunda casa. Cada semana o cada vez que podía, cargaba su coche y conducía desde Barcelona con Shiva para pasar un día, un fin de semana, o cualquier momento posible con Manuela.
Manuela, aunque ya no tenía la energía de su juventud, seguía siendo el alma del lugar. Gemma la encontraba siempre en su rincón favorito del jardín, disfrutando del sol y la brisa. A menudo se sentaba a su lado, simplemente acariciándola, mientras Shiva exploraba los alrededores o se tumbaba cerca. En esos momentos de quietud, Gemma sentía algo que rara vez encontraba en la ciudad: paz.
Manuela parecía saberlo. Con su mirada tranquila y su porte elegante, daba la impresión de que entendía todo. Los problemas de Gemma, sus alegrías, sus miedos… Todo se diluía en la presencia de aquella Golden Retriever que, sin decir una palabra, transmitía más amor y comprensión que cualquier humano.
Para Shiva, Manuela se convirtió en una maestra silenciosa. Aunque era mucho más joven y llena de energía, parecía saber instintivamente cuándo quedarse quieta a su lado y cuándo animarla con suaves juegos. Ambas crearon un lazo especial que reflejaba el amor que Gemma también sentía por Manuela.
El peso del tiempo. Manuela, Gemma y Shiva
A medida que pasaban los meses, Manuela iba mostrando cada vez más signos de envejecimiento. Su andar se volvía más lento, y sus siestas eran más largas. Aunque seguía siendo la anfitriona de Mas Torrencito, el tiempo no perdona, ni siquiera a las almas más puras.
Gemma lo notaba, y con cada visita, su amor por Manuela crecía. Sabía que los momentos eran cada vez más valiosos, y no estaba dispuesta a desperdiciar ninguno. Por eso, en los últimos años de vida de Manuela, Gemma se convirtió en una presencia constante. No importaba el día ni la hora; siempre encontraba una manera de estar allí.
Miguel y Mireia veían con gratitud y emoción cómo Gemma se dedicaba a Manuela. «Es como si la hubiera conocido toda su vida», decía Miguel, sorprendido por la intensidad de esa conexión. Y es que, aunque habían sido solo tres años, parecía que Gemma y Manuela estaban destinadas a encontrarse.
El último adiós. Manuela, Gemma y Shiva
Llegó el día que Gemma siempre había temido. Una llamada de Miguel le informó que Manuela estaba muy débil. Gemma no lo dudó. Condujo hasta Mas Torrencito lo más rápido que pudo, con Shiva en el asiento trasero, extrañamente tranquila, como si también entendiera la urgencia del momento.
Cuando Gemma llegó, encontró a Manuela descansando en su rincón del jardín, rodeada de Miguel, Mireia, y la familia perruna. Masto, Maky, Mastitwo, Mamas, Mastín y Markos estaban cerca, como si todos supieran que algo especial estaba a punto de suceder. Gemma se arrodilló junto a Manuela, acariciándola suavemente. “Gracias por todo, mi niña”, le susurró, con lágrimas rodando por su rostro. Shiva, que nunca se alejaba de Manuela en sus últimos días, se tumbó a su lado, dejando escapar un leve suspiro.
Manuela, con su último esfuerzo, movió la cola ligeramente, como si quisiera decir: «Todo está bien». Cerró los ojos rodeada de amor, dejando un vacío que nunca podrá llenarse del todo.
Un legado eterno. Manuela, Gemma y Shiva
Para Gemma, el dolor de perder a Manuela fue inmenso, pero también estaba lleno de gratitud. Aunque solo compartieron tres años, esos momentos juntos marcaron su vida para siempre. Manuela no fue simplemente un perro; fue un faro de amor y consuelo en un mundo que a menudo carece de ambos.
Hoy, Gemma y Shiva siguen visitando Mas Torrencito, donde el espíritu de Manuela sigue vivo en cada rincón. Para Gemma, cada visita es un recordatorio de lo que significa el amor incondicional. Cada vez que siente la brisa del jardín o escucha los ladridos de otros perros, puede imaginar a Manuela, su querida Golden, mirándola con esos ojos llenos de sabiduría y amor eterno.
Manuela vivirá siempre en los corazones de quienes la conocieron, pero especialmente en el de Gemma, quien tuvo el privilegio de acompañarla en los últimos años de su vida, devolviéndole una parte del amor infinito que ella siempre supo dar.
Desde Mas Torrencito os deseamos un buen día y que vuestr@s perr@ os acompañe!!!!
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