En un jardín soleado y alegre, habitado por perros de todas las razas, colores y tamaños, vivía Marchena, un bulldog francés con el ceño siempre fruncido. Marchena no era un perro cualquiera: era el autoproclamado guardián de las reglas del patio. Marchena, el perrito más infeliz del mundo mundial
No solo las imponía, sino que las interpretaba según su humor. Su principal misión en la vida era asegurarse de que todo el mundo jugara como él consideraba adecuado.
Pero lo que más le enfurecía era que algunos perros, en su afán de independencia, osaran cuestionar su autoridad.
El conflicto del patio
Un día, un perro escocés llamado Terri—a quien todos llamaban con cariño «el Scottie»—empezó a ladrar con entusiasmo:
—¡He decidido que quiero mi propio rincón en el patio! ¡Voy a delimitar mi espacio y llamarlo «El Territorio Escocés»!
El anuncio desató un caos entre los perros. Los más despreocupados siguieron corriendo tras la pelota, pero los más curiosos se acercaron a escuchar el plan de Terri. Él tenía sus razones: su parte del patio estaba siempre pisoteada por los grandes y, según él, merecía un lugar propio donde poder enterrar sus huesos sin que nadie los desenterrara.
A Marchena esto le pareció intolerable.
—¿Qué dices, Terri? —le ladró desde su roca de vigilancia—. ¡El patio es de todos, bajo mis normas! ¿Cómo se te ocurre plantear algo tan subversivo? ¡Eso es un ataque directo al orden canino!
—No es un ataque, Marchena, solo quiero un espacio propio. ¿Por qué siempre crees que todo el mundo está contra ti? —respondió Terri con calma, aunque su rabo empezó a temblar.
—¡Porque lo estás! —gruñó Marchena, y de inmediato comenzó a maquinar un plan para frenar lo que él llamó «el procés canino».
La ofensiva de Marchena. El perrito más infeliz del mundo mundial
Marchena decidió que no podía permitir semejante insurrección. Durante semanas, trabajó incansablemente para desacreditar a Terri. Empezó por reunir a sus seguidores más fieles, aquellos que aún lo soportaban gracias a las chuces, y les dijo:
—¡Terri quiere destruir el patio! Si lo dejamos salirse con la suya, pronto todos querrán su propio espacio y esto se convertirá en un caos total. ¡Tenemos que actuar con firmeza!
—Pero Marchena, ¿no es solo un rincón? —preguntó un tímido corgi—. No parece tan grave…
—¡No seas ingenuo! —le cortó Marchena—. Hoy es un rincón, mañana querrán el bebedero, y pasado… ¡la caja de las chuces!
Además, Marchena no dudó en utilizar las peores artimañas para intimidar a Terri. Le ladraba constantemente frente a todos, lo acusaba de robar las chuces (aunque todos sabían que era Marchena quien las tenía escondidas), e incluso convenció a algunos perros de que Terri quería quedarse con todo el jardín para él solo.
Un día, en plena asamblea perruna, Marchena lanzó su amenaza definitiva:
—¡Si sigues con este plan, Terri, te convertiré en el perro más marginado del patio! ¡Nadie te dará una pelota ni compartirá contigo las chuces!
—¡Haz lo que quieras, Marchena! —respondió Terri, plantándole cara—. Yo solo quiero correr en paz.
El juicio canino. Marchena, el perrito más infeliz del mundo mundial
Finalmente, Marchena decidió montar un juicio improvisado para «juzgar» las acciones de Terri. Se sentó en lo alto de su roca, adoptando una pose digna de un juez supremo, mientras todos los perros se congregaban curiosos.
—Terri, estás acusado de intentar dividir el patio, destruir nuestra convivencia y… de ladrar demasiado alto —sentenció Marchena.
—Esto es absurdo. Solo quiero que se me respete como a los demás —respondió Terri, ya cansado de tanto teatro.
El juicio duró horas. Marchena no dejó pasar ningún detalle, por pequeño que fuera, para condenar a Terri. Trajo testigos (la mayoría sobornados con chuces) que testificaron en su contra. Al final, el bulldog francés se declaró victorioso.
—¡El patio seguirá unido bajo mis normas! —anunció con satisfacción.
La realidad del jardín
Sin embargo, a pesar de su «triunfo», Marchena seguía siendo el perrito más infeliz del mundo mundial. Mientras Terri y los demás volvían a jugar como si nada hubiera pasado, Marchena regresó a su rincón, convencido de que todos estaban en su contra.
Irónicamente, el patio siguió lleno de risas y carreras, mientras él continuaba vigilando con amargura, solitario pero aferrado a sus reglas. ¿Y Terri? Aunque no consiguió su rincón oficial, encontró un espacio donde enterrar sus huesos tranquilo. Al final del día, se dio cuenta de que la libertad era más grande que cualquier norma que Marchena pudiera imponer.
El jardín siguió siendo libre, pero Marchena, por elección propia, permaneció encerrado en su propio rincón de desgracia.
Desde Mas Torrencito os deseamos un buen día y que vuestr@s perr@ os acompañe!!!!
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