Hay lugares que son mucho más que un simple espacio físico. Lugares que se transforman en extensiones de nuestra alma, en parte de nuestra identidad, en refugios que nos definen y que guardan lo mejor de nosotros mismos. MasTorrencito: El Lugar Donde Reside el Alma
MasTorrencito es, sin duda, uno de esos lugares. Para quien no lo conoce, puede parecer una casa, un negocio o un proyecto. Pero para quienes lo hemos vivido, para quienes lo hemos sentido, es mucho más. Es un rincón mágico donde las historias, los recuerdos y el amor se entrelazan para dar vida a algo único. Algo que no se puede describir con palabras, aunque aquí intentaré hacerlo.
Hace casi 20 años, MasTorrencito comenzó como un sueño, uno que parecía difícil de alcanzar. Era un reto, una aventura, una idea loca que con esfuerzo y dedicación logramos convertir en realidad. Pero construirlo no fue tarea fácil. Fue necesario poner el alma en cada detalle, en cada decisión, en cada momento. No lo hice solo, por supuesto. Mireia ha sido estos últimos 9 años y sigue siendo una pieza fundamental en todo esto. Mireia, con su capacidad de ver siempre la luz en los días oscuros, con su risa que ilumina cualquier situación y con su entrega incondicional. Ella no es solo mi compañera en este proyecto, es mi aliada, mi confidente y la fuerza silenciosa que me ha permitido seguir adelante cuando las cosas se complican. Juntos, hemos dado forma a MasTorrencito, no solo como un lugar físico, sino como un hogar en el sentido más profundo de la palabra.
Cada rincón de este lugar tiene su propia historia, y cada historia está impregnada de amor. Porque si algo define a MasTorrencito es el amor: el amor hacia los perros, hacia las personas, hacia la naturaleza y hacia la vida misma. Recuerdo perfectamente a la Srta. Manuela, con su mirada tranquila y sabia, como si pudiera leer mi alma sin necesidad de palabras. A Don Markos y el Señor Mastín, llenando los días de carreras alocadas, con esa energía desbordante que solo los perros tienen. Max, siempre leal, siempre dispuesto a estar a mi lado, como una sombra silenciosa. Y Macarena, con su ternura infinita, esa dulzura que conquistaba incluso los corazones más duros. Ellos, nuestros primeros compañeros, fueron quienes nos enseñaron el verdadero significado del amor incondicional. Aunque ya no están físicamente, su presencia se siente en cada rincón de MasTorrencito. Están en el aire que respiramos, en el viento que acaricia los árboles, en los atardeceres que pintan el cielo de colores cálidos. Y sobre todo, están en mi corazón, donde siempre vivirán.
Hoy, el presente lo llenan Mamas, Mastitwo, Maky y Masto. Cada uno con su personalidad única, con sus travesuras, con sus gestos que nos hacen reír y, a veces, desesperar un poquito. Mamas con su carácter protector, Mastitwo con esa chispa juguetona, Maky con su dulzura autista y Masto con su energía infinita y amor por las piedras. Ellos son los que hoy llenan nuestras vidas de alegría y nos recuerdan cada día lo afortunados que somos de compartir nuestras vidas con ellos. Porque los perros tienen esa capacidad única de enseñarnos a vivir el presente, de recordarnos lo que realmente importa.
Pero MasTorrencito no sería lo que es sin todas las personas y los perros que han pasado por aquí a lo largo de los años. Han sido miles, literalmente miles, los que han cruzado este umbral. Cada uno con su historia, con su energía, con su amor. Recuerdo con especial cariño a Roberto e Ines, nuestros queridos italianos, que estuvieron aquí desde el primer día. Ese primer día fue como lanzarse al vacío, lleno de nerviosismo, emoción y un poquito de miedo. Hoy, tantos años después, ellos siguen siendo parte de esta familia. Con su rutina inconfundible: Ines madrugando para pasear a Guapi, café en mano, y siempre respondiendo con su característico encogimiento de hombros cuando le pregunto: “¿Hoy os vais?”. Su respuesta, “A lo mejor”, siempre me hace reír. Son esas pequeñas cosas, esas rutinas, las que han dado forma al alma de MasTorrencito.
Y luego están todos vosotros, nuestros huéspedes, nuestra familia extendida. Cada persona que ha pasado por aquí ha dejado una huella imborrable. Algunos llegaron en busca de paz, otros para compartir risas, y otros, simplemente, para sanar. Aquí hemos compartido lágrimas, abrazos, historias de amor y despedidas. Hemos vivido momentos de alegría desbordante y otros de tristeza profunda. Pero cada uno de esos momentos ha contribuido a hacer de MasTorrencito lo que es hoy: un lugar donde la vida, con todas sus luces y sombras, se vive intensamente.
Ayer, 28 de diciembre, hicimos aquella broma que me dejó reflexionando: ¿qué sería de mí si algún día tuviera que dejar MasTorrencito? Esa idea, aunque sea solo una posibilidad, pesa en mi corazón. Porque este lugar no es solo un negocio, ni siquiera solo un hogar. Es parte de mí, de Mireia, de los perros, de vosotros. Es parte de nuestra historia, de nuestro esfuerzo, de nuestras vidas. No puedo imaginarme despertando en otro lugar, trabajando en otro sitio, caminando por otro terreno. Cada piedra, cada árbol, cada rincón de MasTorrencito guarda los recuerdos de casi dos décadas de vida. Y siempre que hablo con Mireia sobre el futuro, le digo, medio en broma, medio en serio: “Cuando llegue mi hora, que me incineren y me echen en la fosa séptica”. Porque incluso esa fosa, en su peculiar manera, es parte de esta historia.
Es cierto que somos animales de costumbre y que la vida nos enseña a adaptarnos. Pero también es cierto que hay lugares que son irreemplazables. Y MasTorrencito es uno de ellos. No por sus paredes, ni por su terreno, ni siquiera por su belleza natural. Es irreemplazable porque aquí se han tejido historias que no podrían repetirse en ningún otro lugar. Es el esfuerzo de tantos años, el amor de los perros que nos han acompañado, y la magia de las personas que han hecho de este sitio algo único.
Si algún día tuviera que marcharme, lo haría con el corazón roto, pero lleno de gratitud. Gratitud por todo lo que MasTorrencito me ha dado. Porque este lugar no es simplemente un lugar. Es un corazón que late con fuerza, con amor, y con las miles de historias que aquí se han vivido. Historias que permanecerán para siempre, en mí, en Mireia, en los perros y en todos vosotros.
Así que, pase lo que pase, MasTorrencito vivirá para siempre. En nuestras almas, en nuestras memorias, y en cada rincón de este lugar mágico que hemos tenido la suerte de llamar hogar.
Desde MasTorrencito te deseamos un buen día y que tus perr@s te acompañen!!!!
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