¿De verdad no se puede estar sin internet un día? Una reflexión desde el campo. 🌳📵
No dejo de preguntármelo. ¿Tan imprescindible es el WiFi cuando uno viene uno o dos días al campo? ¿De verdad no podemos desconectar ni un rato de este mundo hiperconectado? 🤯
Lo digo con una mezcla de frustración, tristeza… y, sinceramente, un poco de resignación también 😞.
Hace poco se me fue un cliente. Literalmente hizo las maletas y se largó porque en su habitación no le llegaba bien la señal de internet 📡. Le expliqué con toda la calma del mundo que en las zonas comunes funcionaba perfectamente, que el problema era puntual, que en esta casa algunas paredes tienen más de un metro de grosor 🧱… pero no hubo manera. No quiso entenderlo. Se fue. Así, sin más.
Y os soy sincero: me dejó hecho polvo. A mí estas cosas me afectan. Que se me vaya un cliente me genera una ansiedad brutal… me da acidez de la mala 😵💫. Porque detrás de eso hay trabajo, esfuerzo, ilusión… y claro, frustración cuando algo falla.

¿Y qué he hecho? Pues aunque parezca mentira, me lancé de cabeza a buscar una solución definitiva. Llamé a varias empresas para pedir presupuestos. Después de años tirando de apaños caseros, chapuzas, extensores de señal y trucos de supervivencia digital, decidí que ya estaba bien. Tocaba hacer las cosas bien ✅.
La propuesta que he aceptado ha sido de una empresa de Girona 👷♂️. Me han diseñado un sistema profesional con antenas exteriores, dos líneas de fibra óptica, una conexión de Starlink 🚀, todo bien organizado en un rack como Dios manda. Nada de cables cruzando pasillos como en un laboratorio soviético de los años 80 😂.
Eso sí, la broma se va a más de 10.000 euros 💸. Pero después de 20 años tirando con lo que podía, creo que es una inversión necesaria. Porque al final lo barato sale caro. Muy caro. Y lo sabemos todos los que hemos ido trampeando como podíamos, por falta de liquidez, por miedo a meternos en gastos… Pero las cosas mal hechas se pagan. Siempre.
Y aún así, no puedo evitar seguir dándole vueltas a lo mismo: ¿de verdad no podemos estar ni un día sin WiFi? ¿Ni un fin de semana desconectados? 😶
Entiendo que sin luz no se puede vivir. Lo comprendo. Pero sin internet… ¿tampoco?
Nos hemos vuelto tan dependientes de la conexión, del streaming, del scroll infinito… que se nos ha olvidado para qué venimos al campo. A respirar. A oír los pájaros. A tocar tierra. A no hacer nada. A volver a lo esencial 🌿.
El otro día, sin ir más lejos, vi a uno paseando a su perro por el pueblo. Correa en mano, móvil en la otra. Tan enfrascado en la pantalla iba, que no vio el bordillo y se dio un leñazo de campeonato 🤕. No miraba al perro. No miraba por dónde pisaba. Solo miraba el móvil 📱.
Y me dije: algo se nos está escapando.
Venir al campo es una oportunidad para reconectar, pero no con el router, sino con uno mismo. Con el silencio. Con lo que nos rodea. Y si lo primero que hacemos al llegar es preguntar por la clave del WiFi, igual necesitamos más campo del que creemos.
En fin. Yo seguiré aquí, mejorando lo que haga falta, dándolo todo por quienes eligen quedarse 🙌. Pero si vienes y no hay 5G en la almohada… intenta no perder los nervios. A veces, lo mejor de este sitio es precisamente lo que no funciona como en la ciudad ❤️.
Reflexión: Cuando desconectar se convierte en un lujo
Estamos viviendo un momento curioso: tenemos más herramientas para comunicarnos que nunca, pero menos capacidad para estar presentes. El caso de un huésped que se va porque no le llega el WiFi a la cama no es una anécdota sin importancia. Es un síntoma. Un síntoma de que algo en nuestra escala de prioridades se ha desajustado.
La tecnología nos ha dado mucho, claro. Pero también nos ha robado cosas que antes eran sagradas: el silencio, la paciencia, la espera. Hoy, incluso en un entorno natural, con árboles, cielo limpio, aire puro… la gente exige velocidad de conexión antes que conexión con lo que le rodea.
Y esto afecta a todos: al que viene buscando descanso pero no puede soltar el móvil; al que gestiona un alojamiento rural y se ve obligado a invertir miles de euros solo para garantizar una “experiencia digital” que, en teoría, no debería ser el motivo del viaje.
¿Qué pasó con venir al campo a descansar de todo eso?
Lo más triste no es que se pida WiFi. Es que mucha gente ya no concibe el descanso sin él. Se ha confundido “desconectar” con “seguir conectado, pero en otro sitio bonito”.
La paradoja es brutal: estamos rodeados de herramientas para vivir mejor, y sin embargo, a veces parece que no sabemos ni mirar un árbol sin preguntarnos si tiene buena cobertura.
Tal vez, lo más revolucionario hoy no sea tener WiFi en todas las habitaciones. Tal vez lo más valiente sea apagar el móvil, levantar la mirada… y volver a ser capaces de estar, simplemente estar, sin necesidad de estar en línea.
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Desde MasTorrencito te deseamos un buen día y que tus perros te acompañen!!!!
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