Quién me iba a decir a mí hace unos años que terminaría tan bien… Porque, de verdad, la vida da más vueltas que yo con un GPS sin batería. ¡Y vaya si he dado vueltas! Que es vivir en Mas Torrencito: Una Historia de Paz, Naturaleza y Perritos Felices
Pero si me hubieran dicho entonces que acabaría en un sitio como Mas Torrencito, rodeado de jardines, bosques, perritos y clientes que parecen salidos de un cuento, habría pensado que me estaban tomando el pelo.
Mira que yo soy de Salamanca, una tierra de buena gente y buen comer, pero aquí estoy, en la Cataluña más profunda, ¡y encantado! Ojo, que si me lo hubieran dicho, hubiera imaginado terminar en una ciudad grande, ¡como mínimo Barcelona! Yo era más de ciudad que una rotonda. Las ciudades eran lo mío: movimiento, luces, gente, ruido… Todo eso me daba vidilla. Y no es que le tuviera miedo a moverme, porque ya había cambiado de ciudad varias veces por trabajo, y eso nunca me quitó el sueño. No tenía ese apego familiar o de “mi tierra es mi tierra”, pero, amigo, cómo cambian las cosas.
El apego: Vivir en Mas Torrencito
Ahora es totalmente diferente. Ese apego que nunca tuve ha florecido como un jardín en primavera. Ahora siento una conexión tremenda con esta tierra, con su paz, su gente, sus costumbres. Y, te digo más, el otro día que volvimos a Madrid y Salamanca, ¡me quedé flipando!
Estaba ahí, en medio del caos de coches y gente con prisa, y no paraba de pensar: “¿Cómo demonios pude vivir aquí? ¿Cómo no me volví loco con tanta prisa y tanto estrés?”. Es que nos acostumbramos a lo que sea, pero ahora, después de estar rodeado de tanto verde y tanto silencio, volver a eso fue como pegarse un baño en agua helada.
Y ya no me imagino la vida sin mis perros o sin mis clientes. ¿Y lo de vivir en un piso? ¡Ni de broma! Aunque, oye, la vida te enseña a adaptarte a todo, pero ahora que estoy acostumbrado a tener una cocina de 40 metros y una despensa que parece más grande que mi antiguo salón, ¿cómo voy a volver a cuatro paredes con un ascensor? ¡Jajajaja! No, no, que además lo mejor de todo es salir por la mañana al jardín y escuchar solo los pajaritos y la brisa.
Apreciar lo que se tiene.
Eso es lujo del bueno. Volver a la vida en la ciudad sería complicado, sobre todo lo del día a día: salir de casa, coger un ascensor y abrir la puerta para encontrarme con un caos de tráfico y gente corriendo. Fue como cuando fuimos el otro día a Logroño y pasamos por esa calle llena de bares. ¡Dios mío! ¡Qué estrés! ¡Casi me da un jamacuco al ver tanta gente junta! Y eso que soy de ciudad, pero después de estar acostumbrado al campo…
¡No veas el shock! Aunque, bueno, no te voy a mentir, a los diez minutos ya estaba integradísimo, como si nada, pero mi cara al llegar… ¡Casi me da un patatús! Igual que cuando llegamos a Madrid e hicimos el recorrido por La Castellana, donde había más coches en ese rato que en los 3.000 kilómetros que habíamos recorrido en tres días por “las Españas”. Eso fue otro mundo, te lo digo.
Siempre afortunado. Vivir en Mas Torrencito. Que es vivir en Mas Torrencito: Una Historia de Paz, Naturaleza y Perritos Felices
Pero, mira, lo que tengo clarísimo es que soy muy afortunado. La vida ha sido generosa conmigo en salud (en dinero un poquito menos, y le echaremos la culpa al COVID y los puñeteros créditos ICO, que ya es otra historia). Lo mejor de todo es estar rodeado de buena gente, ya sean amigos, familia o clientes, porque esto sin ellos no sería lo mismo. Y no me olvido de Mire, que tiene el cielo ganado por aguantarme, ¡no sé cómo lo hace, de verdad! ¡Jajajaja! Me aguanta a mí, a los perros, y encima siempre está con una sonrisa.
Hablando de clientes, que son mi pan de cada día, te digo que sin ellos yo no podría vivir así. ¡Claro que no! El 98% de las veces son majos, aunque siempre hay alguna anécdota divertida con ellos, pero la verdad es que ellos son los que hacen que yo pueda seguir aquí, con mi vida de campo y paz. Sin ellos, malament, como se dice por aquí.
Donde mejor…?
Y luego está el tema de los perros, tanto los míos como los de los clientes. ¡Eso sí que me tiene siempre en tensión! Porque no sabes lo que es hasta que vives aquí: cada vez que viene un cliente nuevo con su perro, yo ya estoy con el corazón en un puño. “¿Cómo será el perrito de hoy? ¿Se llevará bien con los míos? ¿Será de esos que parecen peluches gigantes pero que te sueltan un gruñido que te deja tieso? ¿O será un buenazo desde el principio?”.
Os digo que no es fácil. El día que veo la foto de un perrazo inmenso… ¡Ay, madre! Ya me imagino que va a arrasar con todo, y luego resulta ser un trozo de pan que ni ladra. Pero es lo que tiene la cabeza, siempre pensando lo peor… ¿o no?
Al final, lo que está claro es que tengo mucha suerte. La vida en Mas Torrencito es un regalo, rodeado de naturaleza, buenos amigos, perros y tranquilidad. Eso sí, la vida rural no es para todo el mundo, pero para mí, ahora mismo, es lo mejor que me ha pasado. Y si algún día pasas por aquí, no te olvides de saludar, ¡y trae algún regalo para los perretes, que ellos también se lo merecen!
Feliz Sábado a todos! 😊
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