Me flipa la cantidad de gente que está viniendo este año con perros que no conocen o no entienden… y tienen miedo de soltarlos. No lo entiendo. En estos últimos 15 días, con el buen tiempo, ya me ha pasado un par de veces, sobre todo con extranjeros: llegan con el perro y no lo sueltan ni por error. Los veo tensos, pero no tensos normal, tensos nivel cuerda de piano… Y los perros igual. Y me pregunto: ¿para qué lo tienen? Porque la sensación es que ninguno de los dos lo está pasando bien.

Ayer sin ir más lejos, una pareja de belgas. Traían un golden retriever enorme —creo que el más grande que he visto nunca—. Venían de viaje, paraban aquí. El perro sale del coche y casi tira al suelo a la dueña. Pero no lo sueltan, ni aunque en ese momento no había ni un solo perro más, ni forma de que se escapara. Les digo que tranquilos, que lo suelten, que no pasa nada… y ellos que no. Bueno, es su perro, ok.

Seguimos hacia la casa y otra vez, la mujer casi se cae. El perro había visto la piscina y estaba loco por correr. Vuelvo a decirles que lo suelten, que se relajen, que disfruten. Me miran como diciendo “si pasa algo, será culpa tuya”. En fin. Lo sueltan… y el perro se transforma. Sale disparado al césped, se revuelca, corre como un loco, va directo a la piscina, se mete, sale, vuelve a meterse, se sacude justo delante de nosotros —aunque haya siete hectáreas de jardín, claro—. Nos reímos. Les doy una de las toallas mágicas que tenemos (de esas que secan en dos segundos) y el perro, feliz. Ellos, de pronto, también.

Les enseño el bar, la habitación… y al rato, desde la cocina, mientras planchaba —sí, yo planchando, jajaja—, los veo abajo, tomándose una botellita de vino, el perro tumbado a su lado, suelto, tranquilo. Bajo y les pregunto qué tal. Y me dicen: PARADISE.

REFLEXION by MasTorrencito

En Mastorrencito pasa algo curioso: la gente llega tensa y se va sonriendo. A veces solo hace falta soltar la correa para que todo cambie.

Muchos llegan con miedo. Perros que no conocen bien, que nunca han corrido libres, y humanos que cargan con esa ansiedad como si fuera parte del equipaje. Los ves agarrando la correa como si del otro lado hubiera una bestia, cuando en realidad hay un alma esperando correr, saltar, mojarse, vivir.

Y cuando por fin lo sueltan… pasa la magia. El perro corre feliz, se revuelca, se mete en la piscina sin pedir permiso. Y los humanos, al principio en shock, acaban riendo, relajándose, bajando al jardín con una copa de vino, mirándolo como si no supieran que tenían un perro así de feliz.

Eso es Mastorrencito. No es solo un lugar. Es una invitación: a confiar, a soltar, a disfrutar. A entender que vivir con un perro no va de controlarlo todo, sino de compartir momentos que de verdad valgan la pena.

Y si se sacude delante tuyo y te moja entero… bueno, eso también es parte del paraíso.


Desde MasTorrencito te deseamos un buen día y que tus perros te acompañen!!!!

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Un comentario

  1. Te voy a confesar algo,esta vez vendré con un poco de miedo,mi nuevo perro,al que rescate de las inundaciones de Valencia ,que es ciego y llevaba 8 años en una jaula de metro y medio,ha mejorado mucho fisicamente,he conseguido que ande,pero no se mueve del sofá.He pensado venir al paraiso de los perros ,para intentar que se mueva,eespero conseguirlo.

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