Soy Manuela, la golden de Mas Torrencito, y aunque ya no esté físicamente, sigo aquí de alguna forma, observando cada rincón de este lugar que fue mi hogar durante 16 años. Hoy quiero hablarles de Mamas, esa perrita que ha dejado una huella tan profunda, que es imposible no sentir una mezcla de cariño y compasión cada vez que la vemos. 🐾✨ La Srta. Mamas de Mas Torrencito
La historia de Mamas comenzó de manera muy peculiar, como tantas otras aquí en Mas Torrencito. Nadie la esperaba. Todo estaba listo para recibir a Masto y Maky, dos perritos que venían de Madrid, cuando de repente, ¡zas! Nos avisan de que han encontrado a una perrita en condiciones terribles, atada a un carro en medio del campo, medio muerta. Su cuerpo delgado y cansado apenas se mantenía en pie, y lo primero que llamó la atención fueron esas mamas enormes que le colgaban hasta el suelo. Ni siquiera sabíamos si estaba preñada o no. ¿Se imaginan el susto que llevaba encima? 😟
Ese mismo día, con el caos de recibir a dos perros nuevos, la noticia de que llegaba una tercera perrita fue… inesperada. Nadie lo planeaba, pero ¿cómo decir que no? Así que al final, ahí estábamos, con tres perros nuevos en una casa que ya estaba llena de vida canina. En ese entonces vivíamos conmigo, Manuela; Markos, Max y Macarena, ¡éramos siete en total! ¡Siete perros! 😄 Imagínense la locura que era aquello.
Llegada a Mas Torrencito de Mamas, Maky y Masto
Cuando llegaron Mamas, Masto y Maky, era ya de noche. La oscuridad y el largo viaje solo aumentaron el nerviosismo de Mamas. Recuerdo perfectamente cómo fue ese momento. Mientras los dos chicos bajaban del coche contentos, meneando la cola, como si siempre hubieran pertenecido a Mas Torrencito, Mamas no sabía ni dónde meterse. Estaba aterrada. Sus ojitos brillaban de miedo bajo las luces. Los otros perros saltaban de alegría, corriendo, jugando, recibiendo mimos de los clientes que estaban allí en ese momento, pero Mamas… ella solo buscaba un refugio. Se fue directamente a esconderse bajo una mesa y no se movió de allí. Pobrecita, su cuerpo temblaba tanto que parecía que iba a desmoronarse. 💔
Esa primera noche fue extraña. Mientras los otros dos, Maky y Masto, se acomodaron rápidamente como si ya fueran parte de la familia, Mamas se quedó junto a mí, en el suelo. No se movía ni un centímetro. Yo la miraba, intentando tranquilizarla, pero en su mirada había algo más profundo, algo roto que no sabía cómo reparar. Durante toda la noche, no despegó su mirada de mí. Estaba en guardia, como si no supiera si podía confiar en mí o en el mundo que la rodeaba. A eso de las tres de la mañana, cuando me levanté, la vi allí, mirándome. La verdad, me asusté un poco, porque aunque era una perra temerosa, tenía una mandíbula impresionante, de esas que imponen. Pero decidí acercarme, le acaricié la cabeza suavemente, y aunque temblaba un poco, me siguió hasta la cocina.
Era la primera vez que se levantaba desde que había llegado. Sabía que no había comido nada, así que abrí una lata de comida húmeda y se la puse con un poco de pienso. ¡Cómo comió! 🍛 Su hambre reflejaba el largo tiempo que había pasado sufriendo en el campo, sola y hambrienta. Después de eso, la llevé a dar un paseo corto por los alrededores. Y por fin, hizo sus necesidades. Fue un momento liberador, como si poco a poco empezara a soltar esa coraza de miedo que la envolvía.
Siempre a mi lado. La Srta. Mamas de Mas Torrencito
A la mañana siguiente, Mamas seguía pegada a mí como una sombra. Donde yo iba, ella iba. No hacía falta ni que la llamara. Era como si necesitara mi presencia para sentirse segura. Y así comenzó su vida aquí, en Mas Torrencito, una vida que, aunque llena de cariño y amor, nunca pudo borrar del todo sus miedos. 😔
Pasaron los días y los meses, pero los traumas de Mamas seguían ahí. Cualquier ruido la asustaba. Si un cazador disparaba en los campos cercanos o si el viento de la tramontana soplaba fuerte, ella se volvía un mar de temblores. No dormíamos ninguna de esas noches. Mamas se subía a la cama, temblando, llorando, buscando refugio en medio de su pánico. A veces, la encontrábamos acurrucada en los lugares más inverosímiles: la despensa, el baño, detrás de la mampara de la ducha, cualquier lugar donde ella creyera que el mundo no la alcanzaría. 💨💦
Vigilancia total… La Srta. Mamas de Mas Torrencito
Lo que sí era impresionante de Mamas es que, a pesar de todo ese miedo, siempre tenía su instinto protector. Era como un “cocodrilo”, así la llamábamos cariñosamente. 🐊 Podía pasar horas escondida entre los árboles del jardín, vigilando a todos. Y si algún extraño se acercaba de manera sospechosa, ¡cuidado! Mamas saltaba al instante, dispuesta a protegernos. Tenía un sentido de la lealtad y el cuidado que sobrepasaba cualquier barrera de miedo. Aunque era temerosa, jamás dejaba que nada nos hiciera daño.
Con los años, Mamas se ganó el cariño de muchas personas. 🧡 Se convirtió en la favorita de varias de nuestras clientas, quienes cada vez que volvían a Mas Torrencito, la buscaban para llenarla de mimos. Ella, aunque seguía siendo la perra silenciosa y sigilosa de siempre, sabía quiénes la querían. Y les hacía unas fiestas cuando las veía que parecía otra perra. Pero lo curioso es que nunca pedía nada. No ladraba ni se hacía notar. Simplemente, estaba siempre presente, en silencio, observando desde su rincón favorito debajo de alguna mesa.
Lo que siempre nos ha llamado la atención de Mamas es su terquedad. Si ella no quería moverse, no había forma de hacerla cambiar de idea. Si por ejemplo llegaba un repartidor y ella se ponía nerviosa, se tumbaba en el suelo y no había poder humano que la levantara. Pero, ah, si le ponías una correa, se levantaba como si nada, lista para seguirte a donde fuera. Era su manera de manejar el control de la situación, supongo. 🤷♀️
Siempre con sus miedos.
Y así han pasado los años, y aunque Mamas sigue siendo la misma perrita temerosa, cada día sorprende con sus pequeños gestos. No hay un solo día en que no vigile Mas Torrencito como la alarma más eficiente que hemos tenido. Si alguien se acerca a la casa, ella lo sabe antes que nadie. Y cuando se avecina una tormenta, ya sabemos que Mamas encontrará su refugio en los lugares más insospechados. Aunque, curiosamente, después de tantos años, descubrimos algo que la calma por completo: el coche. 🚗 ¡Sí! Cuando hay tormenta, dejamos el coche abierto, y Mamas se acomoda adentro como si fuera el lugar más seguro del mundo. Ahí, por fin, encuentra la paz que tanto busca, e incluso a veces se queda dormida entre truenos y relámpagos. Es su pequeño santuario en medio del caos.
Mamas, con todos sus miedos, sigue siendo una perra que se hace querer. Es difícil no sentirse conmovido por su historia, por todo lo que ha pasado y por cómo, a pesar de todo, ha encontrado su lugar en este loco pero amoroso rincón llamado Mas Torrencito. Y yo, Manuela, desde allá arriba, sonrío al verla. Aunque asustada, sé que sigue siendo la misma perra protectora, leal y única que llegó aquí hace ya tantos años. 🌟
Feliz Miercoles a todos! 😊
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