Si algo he aprendido en Mas Torrencito es que aquí no hay días normales. Lo extraordinario es rutina, y esa mañana no fue la excepción. El sobre debajo del colchón by MasTorrencito

Era un lunes cualquiera, de esos en los que el sol entra tímidamente por las ventanas y los pájaros se encargan del despertador. Yo había decidido ayudar a las chicas a hacer una de las tareas menos glamorosas, pero necesarias: dar la vuelta a los colchones. Aquí no se deja que se «malcríen»; cada tres meses se giran como tortillas en una sartén, para evitar esos dichosos «vicios» que los dejan hundidos.

Todo iba bien. Ya habíamos pasado por varias habitaciones sin mayor novedad, pero entonces llegamos a la suite. La joya de la corona de Mas Torrencito. Una habitación súper amplia, con salita con una tele de 60″, habtacion separada, con una cama súper king-size que parece una nube, otra pedazo de TV de 55″, … para mi la mejor… Y justo ahí, cuando levantamos aquel pedazo de colchón, lo vimos.

Era un sobre. Un sobre grande, marrón, desgastado por los bordes, pero claramente gordo. Me quedé paralizado, como si el sobre fuera una bomba. Mi primera reacción fue soltar el colchón, que cayó con un ruido sordo. Las chicas se giraron para mirarme, pero no dijeron nada. Y yo ahí, con cara de póker, tratando de procesar lo que tenía frente a mí.

— ¿Y eso? — me preguntó una de ellas.
— Ni idea… pero vamos a descubrirlo.

Lo recogí con sumo cuidado, como si dentro hubiera un tesoro o una maldición. Lo sostuve entre mis manos, intentando adivinar su contenido con el tacto. «¿Papeles? ¿Fotos? ¿Una carta de amor? ¿Dinero?», pensé. No tenía ni idea, pero había una cosa clara: esto no era normal.

Decidí no abrirlo ahí. Lo llevé a la cocina, mi refugio, donde las decisiones importantes siempre se toman con una taza de café en la mano. Lo dejé sobre la mesa y me quedé mirándolo, como si el sobre fuera a confesar su secreto por sí solo. «¿Lo abro o no lo abro?» me preguntaba, mientras mi mente ya iba mil por hora.

Las primeras llamadas

Como esa misma mañana se habían marchado unos conocidos que ocupaban la suite, lo lógico era empezar por ellos. Cogí el móvil y marqué el número.
— ¡Eyyy, amic! ¿Qué tal la vuelta?
— Bien, bien… mucho tráfico.
— ¡Normal! Es domingo, buen tiempo… ¡todos los pisapins subís a la Costa Brava! Jajajaja.
— ¡Jajaja, ya ves!
— Una cosita… ¿os habéis dejado algo debajo del colchón?
— ¿¡Debajo del colchón!? ¿Qué dices?
— Sí, sí… algo, no sé… ¿nada?
— No, que va. ¿Por qué?
— Nada, cosas mías… Gracias por venir, ¡adeu!

Ahí lo tenía: primer descartado. Suspiré aliviado, pero también frustrado. Esto no iba a ser tan fácil. Decidí entonces ir a lo grande: abrí el programa de reservas para ver cuánta gente había pasado por esa habitación desde la última vez que se giró el colchón. Y ahí fue cuando la cosa se complicó.

La pesadilla del Excel

La última vuelta de colchón no había sido hace tres meses, como pensaba, sino hace cinco. Eso significaba que decenas de personas habían dormido en esa habitación. Abrí el Excel y empecé a filtrar:

  • Nacionalidades (porque, seamos sinceros, el perfil del sobre gordo suele ser más específico).
  • Gente que conocía (esos los descarté automáticamente, porque, ¿qué iban a dejar debajo del colchón?).
  • Duración de la estancia (los que se quedan muchos días, pensé, suelen tener más cuidado con sus cosas).

Después de mucho cribar, me quedé con una lista de 40 sospechosos. Españoles, franceses, alemanes, y hasta un par de ingleses con nombres que parecían sacados de una novela de espías. Y entonces, justo cuando estaba a punto de hacer la primera llamada, aparecieron Mamas y Mastitwo.

Que habrá debajo del colchón de MasTorrencito?
Que habrá debajo del colchón de MasTorrencito?

La intervención canina

Mis dos fieles investigadoras olfativas entraron en la cocina como si fueran parte de la CIA. Empezaron a olisquear el sobre con un interés que no les había visto nunca. Mamas incluso soltó un par de gruñidos bajos, como si me estuviera advirtiendo: «Aquí hay algo serio, humano». Eso fue la gota que colmó el vaso.

— Vale, vale… lo abro.

Con manos temblorosas, rompí el sello del sobre y miré dentro. MAAADRE MÍA. Billetes. Montones de billetes. De 500, de 200, de 50… Era como haber abierto una caja fuerte. Saqué los fajos y los extendí sobre la mesa. Mis manos temblaban mientras contaba: 280.000 euros.

Me quedé helado. Mi cabeza iba a dos mil por hora. «¿Qué hago con esto? ¿Qué significa? ¿De quien será? ¿Estoy en peligro?» Miré por la ventana, casi esperando ver a un coche negro aparcado con alguien observándome. De repente, la cocina de Mas Torrencito ya no parecía tan acogedora.

El plan maestro

Lo primero que hice fue guardar el dinero en la caja fuerte. Por si acaso. Luego, decidí continuar con mi investigación. Cogí el móvil y redacté un mensaje que planeaba enviar a los sospechosos:

«Hola, soy Miguel de Mas Torrencito. Espero que estéis bien y que os sintierais a gusto en nuestra casita. Antes de nada, agradeceros el habernos elegido para vuestra estancia. Quería comentaros que hemos encontrado un… sobre debajo del colchón. ¿Te suena de algo?»

¿Te imaginas recibir un mensaje así? Pero claro, no podía enviarlo todavía. Antes necesitaba pensar en un plan de contingencia, porque la situación se estaba poniendo tensa. Mientras tanto, decidí tomarme un momento para respirar.

Habíamos llegado al momento crítico: el sobre. Grande, pesado, con un aire de misterio que me hacía sentir como el protagonista de una película de intriga. Mientras yo trataba de resolver el enigma en mi cabeza, los minutos pasaban y el estrés subía como la espuma de una copa de cava mal servida. Fue entonces cuando sonó el teléfono. Mireia.

Mireia es mi cable a tierra, mi conciencia en los momentos de locura, la voz que siempre me hace respirar hondo y pensar con claridad. Pero, claro, no tenía ni idea del caos en el que estaba metido.

Hola, cari. ¿Qué tal?
— Bien… bien… (pausa larga). Aquí, ya sabes, con cosas de la casa.
— ¿Cosas de la casa? ¿Qué cosas? — Su tono cambió ligeramente; me conoce demasiado bien.
— Pues nada, ayudando a las chicas con los colchones.
— ¡Ay, qué bien! Por fin te pones manos a la obra, ¿eh? — dijo riéndose. — ¿Todo en orden?
— Sí, sí… bueno, más o menos… (otra pausa).

Silencio incómodo. Ella sabía que algo me pasaba. Mireia tiene un radar especial para detectar mis «momentos raros». Y este era de los gordos.

— Miguel… ¿qué has hecho? — preguntó con ese tono mezcla de paciencia y advertencia.
— Nada, nada… que hemos encontrado… algo.
— ¿Algo? ¿Qué algo? ¿Qué te has encontrado esta vez? — Ahora sonaba más interesada.
— Un sobre. Debajo del colchón.
— ¿Un sobre? ¿Qué tipo de sobre? — Aquí ya la tenía completamente intrigada.
— Un sobre grande. Con… ya sabes, «cosas» dentro.

Ahí Mireia se quedó en silencio. Puedo imaginar perfectamente su cara al otro lado del teléfono, con las cejas levantadas y esa mezcla de curiosidad y resignación que siempre tiene cuando sabe que me he metido en algún lío.

Miguel. Por favor. ¿Qué hay dentro del sobre?
— Dinero. Mucho dinero.
— ¿»Mucho» cuánto?
— Pues… más o menos… unos… 280.000 euros.

Pausa dramática. Podría jurar que hasta el reloj de la cocina dejó de hacer tic-tac en ese momento.

— ¿¡QUÉ!? — gritó finalmente.
— Sí, eso. Billetes de 500, de 200, de 50… un fajo tras otro. Es una locura, Mire.
— Pero… ¿de quién es?
— No lo sé. Estoy intentando averiguarlo. Estoy haciendo una lista de clientes y cribando, pero esto es un lío.
— ¿Y qué piensas hacer?
— Pues no sé. Lo primero, guardar el dinero en la caja fuerte. Ya lo he hecho.
— Vale, bien. Eso es lo primero. Pero… ¿y si es de alguien peligroso?
— Ya lo he pensado. Estoy mirando por la ventana cada dos por tres, como si fueran a aparecer matones con gafas de sol y un maletín.

Mireia soltó una carcajada.
— ¡Ay, Miguel! ¿Cómo te pasan estas cosas? De verdad, lo nuestro en Mas Torrencito es como un reality show.

Me reí nerviosamente, pero seguía dándole vueltas al asunto. Entonces ella tomó un tono más serio:
— Cari, escucha. Lo importante es que lo hagas todo con cabeza. Si hay que avisar a alguien, lo hacemos. Pero calma, ¿vale? Respira.
— Vale, vale… sí, tienes razón. Voy a seguir filtrando los clientes.
— Bien. Y no hagas ninguna locura, ¿eh? Ni siquiera pienses en quedarte con ese dinero.
— ¡Pero Mire! ¿Cómo voy a quedármelo? No soy así… bueno, quizá lo pensé por un segundo… pero no. No es mío.
— Mejor. Porque si no, ya me veo viajando contigo a las Bahamas huyendo…

Nos reímos los dos, y su humor me ayudó a relajarme un poco.

— ¿Dónde estás ahora? — pregunté.
— Estoy en Olot, saliendo de un cliente. En un rato voy para casa. Ya he comrado pan y la comida para hoy. ¿Necesitas algo?
— No, no… bueno, sí, tráeme paciencia y algo de sentido común.
— Eso te lo llevo siempre, cariño. Nos vemos en un rato. Besitos.
— Besitos. Y ten cuidado con el coche.

La calma antes de la tormenta. El sobre debajo del colchón by MasTorrencito

Colgué el teléfono y me quedé sentado en la cocina, mirando el sobre cerrado en mi mente aunque ya estaba bien guardado en la caja fuerte. Mireia tenía razón: había que mantener la calma. Pero mi cabeza seguía a mil. ¿Quién se deja 280.000 euros debajo de un colchón? ¿Cómo no lo han echado de menos? ¿Y qué hago yo ahora con todo esto?

Fue entonces cuando Mamas y Mastitwo volvieron a la cocina, mirándome con esos ojos que parecen leer el alma. Me senté en el suelo con ellas, acariciándolas mientras mi mente repasaba una y otra vez la lista de clientes. Tenía que resolver este misterio, pero sin perder la cordura en el proceso.

Cribé y cribé y con los que me quedaron les envié el siguiente mensaje: «Hemos encontrado un sobre en la habitacion, no sabemos si es tuyo o es importante, si crres que es tuyo, por favor, hazmelo saber…. «

El sobre, con sus 280.000 euros, seguía siendo una presencia constante en mi mente. Lo había guardado en la caja fuerte, pero sentía que me miraba desde lejos, como un imán que atraía mi atención.

Decidí relajarme un poco y hacer algo que siempre me calma: salí al patio con los perros. Mamas y Mastitwo corrían felices, sin preocuparse de sobres misteriosos ni llamadas extrañas. Me senté bajo el árbol grande que domina la entrada de Mas Torrencito, observándolos. Fue entonces cuando me vino una idea que me cambió el chip por completo.

El dilema moral

Volví a la casa y me senté frente al ordenador. Había cribado a los clientes, revisado las reservas, descartado decenas de posibles propietarios. Había intentado ser Sherlock Holmes, pero la verdad es que no tenía ni idea de quién podía haber dejado ese dinero

Pensé en todo lo que ese dinero podría significar. Era mucho dinero, lo suficiente para resolver más de un problema en mi vida, pero entonces miré alrededor de Mas Torrencito. Esta casa, llena de vida, repleta de historias, de ladridos y risas, no era solo un negocio. Era un hogar para mis perros, para los que habían pasado por aquí, y para los clientes que venían buscando un lugar donde sentirse en paz. El dinero no podía ser para mí. Si el destino había puesto este sobre en mis manos, tenía que hacer algo bueno con él.

Y ahí fue cuando lo tuve claro: los perros.

Que habrá debajo del colchón de MasTorrencito?

La decisión

Ese mismo día, por la tarde, cuando Mireia llegó a casa, le conté todo con pelos y señales. Cómo encontramos el sobre, lo que contenía, las llamadas que hice y la extraña voz que escuché. Su reacción fue una mezcla de sorpresa, incredulidad y, por supuesto, preocupación.

— ¿Entonces… qué hacemos? — me preguntó finalmente, después de quedarse pensativa un rato.
— Lo usamos. Pero no para nosotros. Para ellos. Si en una semana no sabemos nada… lo gastamos….

Le expliqué mi idea: destinar ese dinero a las asociaciones y refugios de perros. A esos lugares que luchan cada día para cuidar a los que no tienen voz, a los abandonados, a los maltratados. Mireia sonrió.

— Sabía que ibas a decir algo así — respondió. — Por eso te quiero, Miguel. Porque aunque siempre te metes en líos, tu corazón está en el lugar correcto.

Decidimos hacerlo bien. Lo primero fue consultar a un abogado para asegurarnos de que todo estaba en orden. Nadie reclamó el dinero después de semanas de espera, así que quedó claro que estaba en nuestras manos. Nos pusimos en contacto con varias asociaciones locales y nacionales, y organizamos un evento en Mas Torrencito.

El gran día

El día del evento, el patio de Mas Torrencito estaba lleno de vida. Personas de diferentes asociaciones llegaron con sus perros, algunos rescatados, otros esperando una familia. Habíamos decidido dividir el dinero en varias donaciones, asegurándonos de que llegara a los lugares donde más se necesitaba: comida, tratamientos médicos, instalaciones mejores…

Mamas y Mastitwo estaban emocionados, correteando entre los invitados, como si entendieran que aquel día era especial. Mireia y yo dimos unas palabras al final del evento, explicando cómo todo había comenzado con un colchón y un sobre misterioso. La gente se reía, pero también se emocionaba.

— Este dinero no es nuestro. Es de ellos — dije, señalando a los perros que jugaban en el césped. — Y creemos que no hay mejor lugar donde pueda estar.

El final perfecto

Aquella noche, después de que todos se hubieran ido y el silencio volviera a reinar en Mas Torrencito, me senté en el sofá con Mireia y los perros. Miré a mi alrededor, a mi hogar, y sentí una paz que hacía tiempo no sentía.

Había empezado como un día de intriga, con un sobre lleno de billetes escondido bajo un colchón. Pero había terminado como algo mucho más grande: un recordatorio de que la vida siempre nos da la oportunidad de hacer el bien, incluso en las situaciones más inesperadas.

Y así, en Mas Torrencito, el lugar donde siempre pasan cosas extraordinarias, quedó escrita una nueva historia. Una historia que no solo nos cambió a nosotros, sino también a muchos perros que ahora tenían una segunda oportunidad.

Porque aquí, en Mas Torrencito, los perros siempre serán los protagonistas. 🐾❤️


Desde MasTorrencito te deseamos un buen día y que tus perros te acompañen!!!!

—–
Si quieres, puede ver nuestros bonos para fines de semana, bonos jubilados , a un precio increíble..entra en www.mastorrencito.com o si quieres podeis leer más historia y anécdotas que nos han pasado en Mas Torrencito… Haz click aquí

COMPARTIR

Un comentario

Deja un comentario