Era la víspera de Navidad, y la familia Gómez buscaba el regalo perfecto para su hijo Dani. El Regalo de Navidad by MasTorrencito

En una tienda de mascotas del centro, un pequeño cachorro blanco llamó su atención. Parecía un peluche, con su suave pelaje y ojitos brillantes que transmitían dulzura. El dependiente les aseguró que era “la raza ideal para un niño”, y sin pensarlo mucho, lo compraron.

Esa noche, el cachorro, al que llamaron Max, llegó a casa con un lazo rojo atado al cuello. Dani saltaba de alegría mientras abrazaba al perrito.

—¡Es el mejor regalo de todos! —gritaba, besando a Max en la cabeza.

El pequeño cachorro se acurrucó en su regazo, ajeno a lo que el destino le deparaba. Aquella primera noche, Max durmió en una camita improvisada junto a la cama de Dani. Durante los primeros días, parecía que todo era perfecto. Dani jugaba con él, lo cargaba y presumía ante sus amigos. Sus padres también disfrutaban viéndolo corretear por la casa. Pero, como todos los cachorros, Max empezó a crecer.

Los problemas comenzaron cuando Max dejó de ser ese pequeño peluche que todos adoraban. Sus dientes afilados comenzaron a morder zapatillas y muebles. Necesitaba salir a hacer ejercicio y aprender dónde hacer sus necesidades, pero nadie en la familia estaba dispuesto a dedicarle tiempo.

—Dani, saca al perro a pasear —ordenó la madre un día.

—¡No quiero! Estoy jugando a la consola. Que lo saque papá.

Pero el padre tampoco lo sacaba. Poco a poco, Max fue dejando de ser el centro de atención. Lo que al principio era un cachorro alegre y juguetón, comenzó a pasar largos ratos solo. Cuando se hacía pis en la casa, lo regañaban, pero nadie le enseñaba dónde debía ir. Pronto, lo relegaron al patio trasero, donde apenas veía a la familia.

Max lloraba por las noches, rascando la puerta con la esperanza de que alguien lo dejara entrar. Pero los Gómez se habían acostumbrado a ignorarlo. El frío del invierno hacía que su pequeño cuerpo temblara, pero nadie parecía darse cuenta.

—Es solo un perro —decía el padre, encogiéndose de hombros.

El Abandono. El Regalo de Navidad by MasTorrencito

Un domingo cualquiera, el padre decidió que Max ya no podía quedarse más en casa.

—Es un problema. Nadie lo cuida y está destruyendo el patio —dijo a su esposa.

—¿Qué vamos a hacer con él? —preguntó ella, incómoda.

—Lo llevaremos lejos. No se dará cuenta.

Cargaron a Max en el coche. El perrito, emocionado por salir de casa, movía la cola sin parar. Tal vez iba a pasear por fin, pensó. Dani, en cambio, ni siquiera salió de su habitación para despedirse.

La familia condujo hasta un camino solitario en medio del bosque. Allí, el padre estacionó y llevó a Max hasta un árbol. Ató la correa al tronco y, sin mirarlo, regresó al coche. Max ladraba, confundido, mientras veía cómo el vehículo desaparecía en la distancia.

El primer día, Max tiró con todas sus fuerzas de la correa. Ladró hasta quedarse afónico, esperando que alguien volviera. Sus ojos estaban llenos de esperanza. Pero nadie regresó.

El segundo día, el hambre y la sed empezaron a debilitarlo. Sus patas temblaban y apenas podía mantenerse en pie. Miraba a su alrededor, pero lo único que veía eran árboles y más árboles.

El tercer día, con las pocas fuerzas que le quedaban, Max mordió la correa. Tiró con desesperación, como si su vida dependiera de ello, porque lo hacía. Finalmente, la correa cedió. Aunque estaba exhausto y deshidratado, Max comenzó a caminar.

No sabía exactamente hacia dónde, pero algo dentro de él lo guiaba: el deseo de volver a casa. Caminó más de 10 kilómetros por senderos, carreteras y campos. Cruzó peligrosos tramos de asfalto, evitando coches que pasaban a toda velocidad. Nadie sabe cómo, pero llegó.

Cuando sus patas tocaron la acera de su antigua casa, Max movió la cola con un entusiasmo débil pero genuino. Estaba flaco, cubierto de lodo y heridas, pero estaba en casa.

Al ver al perro en la puerta, los Gómez no sintieron alegría. Solo incomodidad.

—¿Otra vez aquí? —murmuró el padre, enfadado.

Sin dudarlo, cargaron nuevamente a Max en el coche. Esta vez condujeron más lejos, hasta un lugar aún más aislado, a 50 kilómetros de distancia. El padre repitió el acto: ató a Max a un árbol y lo dejó allí.

—Esta vez no encontrará el camino —dijo al regresar al coche.

El Final de Max

Max no tuvo fuerzas para luchar una segunda vez. Pasaron los días, y nadie lo rescató. Murió allí, atado a ese árbol en medio de la nada, con los ojos cansados de esperar a quienes un día creyó que eran su familia.

Reflexión Final

Esta historia, aunque dolorosa, refleja una triste realidad que se repite cada año. Miles de animales son regalados como si fueran objetos, sin pensar en la responsabilidad que conlleva cuidar de ellos.

Los perros no son juguetes ni adornos navideños. Son seres vivos que sienten, aman y confían ciegamente en los humanos. Si no estás dispuesto a dedicarles tiempo, esfuerzo y cariño, no los tengas.

Max solo quería amor y una familia que lo cuidara. Pero en lugar de ello, encontró indiferencia y abandono. No permitamos que más perros sufran el mismo destino. La próxima vez que pienses en regalar un cachorro, recuerda: no es un regalo, es un compromiso de por vida.

Por ellos, por nosotros, por los miles de MAX que hay cada año… desde MasTorrencito os pedimos que seais responsables.


Desde MasTorrencito le deseamos un buen día y que sus perros le acompañe!!!!

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2 comentarios

  1. Un triste mensaje q todo el mundo debería entender. NO REGALES NUNCA UN SER VIVO A NADIE!!!! Cada persona debe decidir por si mismo si quiere y puede ser responsable durante más d 15 años de la vida de un ser tan frágil, listo, inteligente y Noble.
    NINGÚN MAX DEL MUNDO ABANDONARIA A SU FAMILIA!!!
    BON DIUMENGE.

  2. .Un triste y terrible hecho.A mi Valentina,la encontraron atada a un árbol,en el bosque,deshidratada y con los ojos tan infectados que no podía abrirlos,no tenía mas de 10 meses

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