Esa noche, el silencio en Mas Torrencito era profundo. El viento movía las hojas y las estrellas parecían más lejanas que de costumbre, como si todo el universo sintiera el peso de lo que yo estaba viviendo. Manuela y la pérdida de una mascota…

No había pasos suaves, no había respiración tranquila al lado de mi cama. Manuela ya no estaba allí. Y en ese vacío absoluto, el dolor era tan real y tan afilado como cualquier herida.

Me quedé en la oscuridad, recordando los días en que ella corría libre, cada rincón de Mas Torrencito siendo suyo. Sentía que una parte de mí se había ido con ella, como si me hubieran arrancado algo tan íntimo y profundo que nunca podría reemplazarse.

Miguel: «Manuela… ¿dónde estás ahora? ¿Te sientes en paz?»

Siempre estaran presente… Manuela y la pérdida de una mascota…

Y entonces, en el silencio, recordé esas noches que habíamos pasado juntos, conversando como dos viejos amigos. La imaginé allí, en algún rincón del universo, tal vez bajo un cielo estrellado, observándome con esos ojos llenos de amor, sabiduría y paciencia.

Manuela (en mi mente): «Miguel, ¿de verdad crees que me fui? ¿Después de tantos años, crees que algo tan fuerte puede desaparecer solo porque el cuerpo se ha ido?»

Un susurro cálido llenó el espacio vacío, como si en algún rincón de mi corazón ella aún habitara, y la imaginé sonriendo con esa flor amarilla en su oreja.

Miguel: «No es fácil, Manuela. Este lugar… está lleno de ti. Cada rincón, cada camino que recorrimos juntos… incluso la cama se siente extraña sin ti.»

Manuela como siempre imprescindible en Mas Torrencito

Manuela: «Lo sé. Y entiendo que duele. Pero piensa en esto: cada paso que diste a mi lado, cada caricia, cada risa… todo eso sigue contigo. Yo estoy en tus recuerdos, en tus sonrisas, en cada vez que miras un perro y te sale el instinto de saludarlo. Porque, Miguel, cuando amas de verdad, ese amor nunca se va.»

Me quedé en silencio, dejando que la brisa acariciara mi rostro, como si fueran sus propias patas, tocando mi alma con una suavidad infinita. La pérdida se sentía inmensa, como un océano sin fin, y, sin embargo, había algo en sus palabras –o en mi propio corazón– que me decía que todo ese amor estaba destinado a quedarse conmigo.

Miguel: «¿Entonces quieres decir que esta sensación, esta falta tan grande, es también parte de tu amor?»

Manuela: «Exacto, Miguel. Porque cuando alguien nos marca, nos transforma. Yo no solo soy una parte de tu vida; soy una parte de ti. Mi esencia vive en cada recuerdo, en cada lección que aprendiste a mi lado, en cada momento que vivimos. Mi cuerpo puede haberse ido, pero… ¿qué significa realmente la muerte para aquellos que amamos de verdad?»

El dolor en el corazón. Manuela y la pérdida de una mascota…

Sentí un nudo en la garganta y una lágrima silenciosa corrió por mi mejilla. La pérdida de una mascota, de un ser tan puro como Manuela, era como si se llevaran una parte de tu propia alma. Era la ausencia de una rutina, de una mirada, de un sonido que parecía llenar cada rincón de tu vida.

Miguel: «Entonces, aunque te extrañe, ¿me estás diciendo que este dolor también es una forma de amor?»

Manuela: «Sí, Miguel. Porque ese dolor es el reflejo de todo lo que vivimos juntos. Significa que fui real, que te importé, que hicimos algo maravilloso. Y ahora, tú tienes la misión de llevarme en tus recuerdos, de no dejar que el amor se apague. Porque lo que compartimos fue, y siempre será, eterno.»

Y es que siempre estara con nosotros…

Aquella noche, comprendí algo que antes solo intuía. Que perder a un perro, a esa mascota que se convierte en un miembro más de la familia, es un dolor que nunca desaparece del todo. Pero también es un recordatorio de la inmensidad del amor que nos une a ellos. Porque ellos, con su nobleza y su entrega, nos enseñan que el amor verdadero trasciende cualquier barrera, incluso la de la muerte.

Miguel: «Gracias, Manuela. Por cada día, cada abrazo, cada momento. Y aunque el corazón me duela, prometo que llevaré siempre ese amor conmigo, como una llama que nunca se apaga.»

Y así, bajo el manto de estrellas, supe que aunque no estuviera físicamente conmigo, Manuela viviría para siempre en el rincón más profundo y luminoso de mi alma. Porque su amor no se fue; solo tomó una forma distinta.

Desde Mas Torrencito os deseamos un buen día y que vuestro perr@ os acompañe!!!!

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