Hace ya muchas lunas, tantas que la memoria juega con los detalles, apareció una pareja un tanto peculiar. Visita inesperada, billetes y metralletas en Más Torrencito

Era un día soleado, tranquilo, como casi todos en Más Torrencito. El aire olía a campo fresco, y los ladridos de los perros se mezclaban con el murmullo del viento que acariciaba las ramas de los olivos cercanos.

En aquel entonces, Más Torrencito no tenía puertas ni vallas. Era un espacio abierto, un refugio donde el tiempo parecía detenerse. Todo el que venía encontraba algo de paz, un rincón para respirar. Y nunca había sucedido nada que rompiera esa calma… hasta ese día.

Aparecieron sin aviso, cruzando el camino de grava con paso firme pero relajado. Desde el primer momento, algo en ellos me llamó la atención. Quizás su ropa demasiado pulcra para un paseo por el campo, o la manera en que se detenían a mirar, como si cada detalle tuviera un significado oculto.

– Buenos días…
– Buenas – respondí, tratando de descifrar sus intenciones.
– Mire, estábamos por la zona y habíamos oído hablar de este sitio. Nos dio curiosidad.
– Ahhh, pues muy bien. Siganme, que les enseño.

Sus palabras eran sencillas, pero había algo en su tono. Algo que no sabía identificar. Comenzamos el recorrido, y aunque su conversación era normal, sus miradas lo eran todo menos casuales.


Un Recorrido Inusual

Les llevé por la casa, mostrando cada rincón como solía hacerlo con cualquier visitante. Los salones, el bar, el comedor… Lugares que desprendían calidez, llenos de pequeños detalles que hablaban de historias pasadas. Ellos lo observaban todo con cuidado, deteniéndose en cada esquina, en cada cuadro, como si buscaran algo más allá de lo que yo podía ofrecer.

– ¡Qué bonito!
– ¡Qué encanto tiene este lugar!
– ¿Se pueden traer perros?

La pregunta me hizo sonreír. En ese momento, había al menos seis u ocho perros paseando por la casa, algunos dormitando al sol y otros olfateando nuevos aromas. Respondí con una pequeña risa:
– Claro que sí. Aquí los perros son parte de la familia.

Ellos asintieron con entusiasmo. Fue un gesto pequeño, pero significativo. Se miraron entre ellos con una complicidad evidente, como si mi respuesta hubiera confirmado algo que ya esperaban.

Seguimos caminando, y cada paso parecía aumentar su fascinación. No solo por el lugar, sino por la atmósfera. La luz entrando por las ventanas, el crujido de la madera bajo nuestros pies, el murmullo de la brisa… Todo parecía embriagarlos. Pero detrás de su aparente admiración, algo en su forma de observar me hacía pensar que no estaban allí solo por curiosidad.

La visita inesperada y la reserva con seguridad en mastorrencito

La Propuesta. Visita inesperada, billetes y metralletas en Más Torrencito

Cuando terminamos el recorrido, les ofrecí algo de beber, como era costumbre.
– ¿Les apetece tomar algo?

La mujer sonrió primero.
– Sí, unas cervezas estaría genial.

Fui por las cervezas y nos sentamos en la terraza. Era uno de esos días perfectos en los que el sol acaricia más que quema, y la brisa trae consigo el olor de la hierba recién cortada. Manuela, mi Golden Retriever, se acomodó a mi lado, como siempre lo hacía, mientras los demás perros se repartían entre el patio y los salones.

Tomaron un sorbo de sus cervezas, y entonces el hombre rompió el silencio con una pregunta directa:
– Oye, ¿y están abiertos a diario?

– Pues sí, solemos estarlo, aunque depende de la temporada – respondí.

Se miraron de nuevo, intercambiando esas miradas que solo comparten quienes no necesitan palabras para entenderse. Luego vino la siguiente pregunta:
– ¿Y qué fechas cerráis?

La pregunta me desconcertó un poco. No por su contenido, sino por la manera en que lo preguntaron, como si estuvieran evaluando algo.
– Cerramos muy poco, quizás alguna fecha puntual. Pero siempre lo avisamos con tiempo.

Asintieron lentamente, como si estuvieran tomando nota mental de todo lo que les decía. Entonces, después de un breve silencio, soltaron la propuesta.

– Nos gustaría alquilar la casa entera este invierno. Un par de días o quizás una semana. Queremos venir con unos amigos a celebrar un cumpleaños.

Un cumpleaños. Pensé: «Vaya cumpleaños…» Pero no era algo tan extraño. Mientras cumplieran las normas y pagaran, todo estaría bien.


La Cocina y el Primer Choque

Cuando todo parecía ir sobre ruedas, llegó la pregunta que me hizo fruncir el ceño:
– ¿Podríamos usar la cocina?

Aquí no. Esa era una de las pocas reglas inquebrantables. La cocina era territorio exclusivo del equipo.
– No, lo siento. Eso no lo permitimos a nadie.

Él no pareció sorprendido. De hecho, su reacción fue casi inmediata, como si ya tuviera preparada una respuesta.
– No te preocupes. Traeremos un cocinero y un ayudante. Ellos se encargarían de todo. Además, lo dejarían impecable, como nuevo. Te lo prometo.

Lo dijo con tanta seguridad que, después de pensarlo un momento, decidí ceder.
– Bueno, si es así y cumplen con todo, no habría problema.

– ¡Perfecto! – dijo él, con una sonrisa que, por alguna razón, me dejó más intranquilo que aliviado.


El Momento de la Verdad. Visita inesperada, billetes y metralletas en Más Torrencito

– ¿Y para qué fechas sería? pregunté.

Tras una breve consulta con la mirada, respondieron:
– Octubre, del 13 al 16.

Revisé mentalmente mi calendario. Era justo después del puente. Martes, miércoles y jueves. Una combinación perfecta. Todo parecía encajar.
– Genial. No hay problema.

Y fue entonces cuando ocurrió lo inesperado. Sin previo aviso, el hombre metió la mano en el bolsillo y sacó un fajo de billetes. Pero no cualquier fajo. Eran billetes de 500 y 200 euros, apilados con una naturalidad que me dejó boquiabierto.

– Bueno, ¿cuánto sería?

Intenté mantener la compostura.
– Pues… no sé. Déjame 500 euros a cuenta y así lo cerramos. Pero necesito saber cuántas personas serían, cuántos perros… ya sabes, lo de siempre.

Él asintió y comenzó a contar los billetes, con una calma casi teatral.
– Oh, serán dos parejas y un perrito. Ah, y el servicio. Y, claro, los de seguridad.


La Revelación que Cambió Todo

Me quedé paralizado.
– ¿Cómo…? ¿Eh? – solté, sin poder ocultar mi sorpresa.

– Sí, los de seguridad. Ya sabes, un par de personas para asegurarse de que todo esté tranquilo. Son discretos, no te preocupes.

Intenté digerirlo. Seguridad. Servicio. Cocinero. Todo para un cumpleaños. Diez personas, quizá once. Algo no encajaba. Pero, mientras pagaran…


Continuará…

Mañana te cuento lo que sucede cuando los misteriosos visitantes regresan para organizar su «cumpleaños». 😊


Desde Mas Torrencito os deseamos un buen día y que vuestr@s perr@ os acompañe!!!!

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