Era un día de esos en los que piensas que nada emocionante puede ocurrir. Ya sabes, un día más en el calendario de la rutina, de esos en los que crees que todo está bajo control. Energías energías… venid a mí… by MasTorrencito
Pero no, porque la vida siempre tiene una carta inesperada bajo la manga. Y como siempre digo: «Lo que crees que nunca te va a pasar… TATE, te pasa.»
Todo comenzó con una llamada. Un cliente. De esos que últimamente se cuentan con los dedos de una mano, y te sobran dedos. «Eso va por vosotros, queridos clientes fantasmas. Venid, porque si no voy a acabar escribiendo estas historias con una máquina de escribir del Wallapop. Ahí lo dejo.»
—Hola, estoy en la puerta. ¿Puedo entrar? —pregunta una voz al otro lado de la línea.
—¿Tiene reserva? —le digo, ya sabiendo que la respuesta sería un rotundo «no».
—No, pero antes de dormir me gustaría verlo, sentirlo, notarlo… —responde con una seriedad que casi me hace reír.
Con esa frase supe que me esperaba un caso digno de anotar en el diario de “momentos que no puedo inventar”. Pero, como no teníamos a nadie más en el hotel, me resigné y le respondí:
—Vale, pase, a ver qué sucede.
El recibimiento: un comité de bienvenida muy especial
Bajo a la puerta, y lo primero que sucede no es que yo lo reciba, sino que ellos lo hacen. Masto, Maky, Mastitwo y Mamas, nuestros cuatro perros y los verdaderos guardianes del hotel, salen como cohetes. Se le acercan curiosos, pero no de forma invasiva, con esa mezcla de bienvenida y «vamos a evaluarte, humano».
—¡Pero qué maravilla! —dice el cliente, agachándose para saludarlos.
Masto, el más mimoso, le da un golpe amistoso con el hocico, casi tumbándolo, y Maky empieza a saltar a su alrededor con ese entusiasmo que solo ella tiene. Mamas, siempre la más observadora, lo inspecciona de pies a cabeza, como si pudiera ver su alma.
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Pero la conexión especial llega con Mastitwo, nuestro Cafre de ojos diferentes, uno marrón y el otro azul. El cliente se queda mirándolo fijamente.
—Este perro tiene… una mirada increíble. Es como si pudiera ver a través de mí.
«O igual está pensando en cómo comerse tu bocadillo si no estás atento,» pensé, pero no lo dije.
El paraíso según él y las energías caninas
Cuando por fin conseguimos entrar al hotel (después de que Mastitwo lo siguiera como si fueran almas gemelas), el hombre no paraba de alabarlo todo. Que si la energía, que si el ambiente, que si tal, que si pascual… Mientras hablaba, Masto y Mamas se echaron en la terraza, Maky daba vueltas alrededor de la mesa, y Mastitwo se quedó sentado frente a él, mirándolo como si fueran viejos amigos.
—Esto es… el paraíso. Los perros tienen una energía especial. Me encanta la paz que transmiten.
Ahí me rendí. ¿Qué iba a hacer? Entre sus comentarios sobre el «paraíso» y cómo los perros captaban su «positividad», decidí simplemente dejarme llevar.
El tour por las habitaciones (y las vibraciones)
—¿Quiere que le enseñe la habitación? —le dije, tratando de redirigir la conversación.
—¡Sí, por favor!
Lo llevé a la suite, pensando que lo mejor era empezar con algo impresionante. Pero no. Al entrar, comenzó con los comentarios:
—Hmmm… no sé, está un poco oscuro, ¿no?
—Señor, son las ocho de la tarde… en enero. Es de noche.
Seguimos con las demás habitaciones: Piña, Naranja, Frutos Rojos, Pomelo. Nada le convencía. Y en cada una, Mastitwo lo seguía como una sombra, mientras Maky entraba y salía como si estuviera inspeccionando por él.
—Creo que siento mejores vibraciones por allí —dijo señalando las dos habitaciones de arriba.
Llegamos a la última habitación. Él entró despacio, como si temiera perturbar el «equilibrio cósmico» del lugar. Miró alrededor, frunciendo el ceño como si estuviera analizando la atmósfera a nivel molecular. Entonces, soltó:
—Hace un poco de frío aquí, ¿no?
Respiré hondo, me armé de paciencia y le respondí:
—¡Claro, es enero! Pero tranquilo, tenemos la calefacción de las habitaciones paradas, y mas estas de arriba, pero no se preocupe que ahora la enciendo, y además las vibraciones en esta habitación calientan el alma más rápido que cualquier radiador.
El hombre me miró con los ojos como platos, como si acabara de revelarle un secreto del universo. Yo, mientras tanto, intentaba mantener la compostura y no soltar una carcajada. Total, que siguió paseándose por la habitación como si estuviera buscando algo invisible, acariciando las paredes, tocando los muebles… Y yo ahí de pie, con la misma energía que un vendedor de colchones en un día sin clientes.
Entonces, se vuelve hacia mí y me suelta:
—¿Y las sábanas? ¿De qué están hechas? Porque siento que la textura aquí es importante para mi energía vital.
En ese momento, no sabía si estaba protagonizando un episodio de una serie surrealista o si era una prueba del universo para practicar mi paciencia. Con mi mejor tono profesional, le respondí:
—Algodón 100%, suave y cómodo. Perfecto para equilibrar energías.
Y él, como si hubiera escuchado las palabras mágicas, asintió lentamente, con los ojos cerrados, como si estuviera en un trance espiritual. Mastitwo, que lo había seguido hasta allí, lo miraba desde la puerta con su característica expresión de «¿de verdad este tipo está bien?».
Después de unos minutos de inspección silenciosa, finalmente dijo:
—Sí. Aquí siento que mi energía se alinea. Este es el lugar.
«¡Por fin!» pensé. Mastitwo se acercó, se echó a sus pies, y eso pareció sellar el trato.
El cierre perfecto. Energías energías… venid a mí… by MasTorrencito
Al día siguiente, cuando lo vi todavía meditando en la terraza con Mastitwo y Maky a su lado, pensé que iba a ser difícil que se marchara. Y lo fue. Pero tras un par de recordatorios sutiles —y algún que otro comentario sobre la «llegada de nuevos huéspedes»—, recogió sus cosas.
Antes de irse, se giró, puso una mano en el corazón y dijo:
—Este lugar es especial. Volveré. Tus perros… y esta energía… son únicos.
Lo vi alejarse, y Mastitwo, sentado junto a mí, me miró con esos ojos desiguales llenos de sabiduría canina, como si dijera: «Tranquilo, jefe. Este ya está alineado.»
Y así, con una sonrisa agotada y una historia más para contar, me senté a reflexionar sobre el día. Porque, como siempre digo: lo que crees que nunca te va a pasar… TATE, te pasa.
Desde MasTorrencito te deseamos un buen día y que tus perros te acompañen!!!!
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